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Más del 70 por ciento de los consumidores valoran la durabilidad de los productos como un factor clave en su decisión de compra, según una encuesta de Nielsen.
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El 80 por ciento de los consumidores están más propensos a comprar un producto si ofrece una experiencia personalizada, según Accenture.
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El 60 por ciento de los consumidores en todo el mundo consideran importante que los productos sean fabricados de manera sostenible, según un informe de Unilever.
A partir de la segunda semana de septiembre, México se encontrará en un umbral de un cambio significativo en su industria alimentaria tras la prohibición de las grasas trans en alimentos, bebidas, aceites y grasas comestibles. Este movimiento, respaldado por un decreto aprobado a principios de año, es un hito en la lucha contra las enfermedades relacionadas con la alimentación en el país.
Las grasas trans, conocidas por ser perjudiciales para la salud, se han relacionado con enfermedades cardíacas, obesidad y otros problemas de salud graves. Según la Organización Mundial de la Salud, estas grasas son responsables de la muerte de más de 13 mil mexicanos al año y afectan a medio millón de personas en todo el mundo.
La prohibición de las grasas trans en México es un paso adelante en la promoción de la salud pública. Al eliminar gradualmente estos ingredientes de los productos alimenticios, el gobierno mexicano está demostrando su compromiso con la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos.
No obstante, esta medida también plantea desafíos para la industria alimentaria. Las empresas deberán reformular sus productos y encontrar alternativas más saludables sin sacrificar el sabor y la textura. A pesar de los obstáculos, la salud pública prevalece como prioridad.
La preocupación por los productos chatarra en México ha ido en aumento en los últimos años debido a su impacto en la salud pública. Estas comidas, ricas en calorías vacías y azúcares añadidos, han sido objeto de un escrutinio constante en el país.
Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018, el 73 por ciento de los adultos mexicanos padece sobrepeso u obesidad. Además, México tiene una tasa de diabetes tipo 2 significativamente alta, con más de 12 millones de personas afectadas, según la Federación Mexicana de Diabetes.
México lidera el consumo de bebidas azucaradas a nivel mundial. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cada mexicano consume un promedio de 146 litros de refrescos al año, lo que equivale a aproximadamente 700 calorías diarias solo en bebidas azucaradas.
La obesidad infantil es un problema creciente en México. Según la ENSANUT 2018, el 34 por ciento de los niños y adolescentes en México tienen sobrepeso u obesidad. Esto aumenta el riesgo de problemas de salud a largo plazo, como enfermedades cardíacas y diabetes.
El gobierno mexicano ha implementado medidas para abordar este problema de salud pública. En 2014, se introdujo un impuesto a las bebidas azucaradas, lo que resultó en una disminución del consumo. Además, se han implementado regulaciones de etiquetado frontal de advertencia para ayudar a los consumidores a tomar decisiones más informadas.
A pesar de estas iniciativas, la disponibilidad y el marketing de productos chatarra siguen siendo omnipresentes en México. La alta densidad de establecimientos de comida rápida y la promoción de alimentos poco saludables contribuyen a la persistencia del problema.
Dentro de los productos que estarán prohibidos en México si no cumplen con la normatividad: Pasteles, Galletas, Dulces, Tartas, Manteca vegetal, Palomitas de microondas, Pizza congelada, Papas fritas congeladas, Donas, Pollo frito congelado, Salsas procesadas, Helados, Margarina, Crema de leche para café, Refrescos, Té y café con crema añadida, Leche láctea alta en grasa y Jugos artificiales.
La lucha contra la comida chatarra también requiere un cambio cultural y educativo. Promover una dieta equilibrada y la importancia de un estilo de vida activo es esencial para abordar este desafío a largo plazo.
