La natación en aguas abiertas es un deporte fascinante con una historia repleta de datos y eventos interesantes que contar; a lo largo de ella, los nadadores se han ocupado de evolucionar en distintas áreas para conquistar retos más y más complejos.
Una preocupación que prácticamente todos los nadadores de aguas abiertas hemos tenido, es la de toparnos en nuestras sesiones y competencias con el más temido de los habitantes del mar, el tiburón.
Su sombra está presente antes y por algunos instantes durante mis nados. Afortunadamente, nunca me he topado con uno; mis compañeros que lo han vivido, todos han salido ilesos, pero profundamente asustados y narran la existencia de una imagen traumática en la mente difícil de borrar.
El posicionamiento del tiburón en la mente del nadador es muy fuerte. ¿A qué se debe? ¿El pánico a los tiburones es provocado realmente por su ferocidad? ¿Es el número de ataques lo que lo provoca? Falso; que éste increíble animal se encuentre en el top de nuestros miedos al nadar, se debe a un sin fin de películas, historias e imágenes repetidas hasta el cansancio que han construido de él una imagen aterradora.
El tiburón, como el león, no es como lo pintan. En la última década se han registrado un promedio de 77 ataques por año a nivel mundial, resultando fatales únicamente el 10 por ciento de ellos. Históricamente la mayoría de los ataques se han dado en los Estados Unidos, siendo Florida el lugar con mayor número.
Un análisis sobre las 129 interacciones registradas entre tiburones y seres humanos durante el año 2020 arroja lo siguiente: 57 de ellos no fueron provocados, es decir, se dieron de manera natural sin existir un impulso del ser humano sobre el tiburón; 39 fueron provocados, es decir, el ser humano inició cierto tipo de interacción con el tiburón, detonando por ello el ataque. Del total de interacciones, únicamente 13 resultaron fatales, 10 de ellos no provocados y 3 sí.
Estadísticas indican que, históricamente los eventos han disminuido, y como puedes observar, el riesgo de ser atacado por un tiburón resulta extremadamente bajo.
El posicionamiento que tenemos acerca de la ferocidad del tiburón no corresponde a la realidad. Una vez más confirmamos que los mensajes que se emiten entorno a algo y a alguien construyen imágenes que pueden ser absolutamente erróneas.
Debemos tener cuidado al nadar, pero también mucho cuidado al creer los mensajes a los que estamos expuestos.