En este inicio de año, la Ciudad de México ha vivido días infernales. Avenidas atiborradas, líneas del metro colapsadas, inseguridad galopante. La capital mexicana, desde hace años, se ha convertido en una bestia imposible de domar. Una que crece sin límites y que devora a quienes la habitan. Lo saben los automovilistas que se quedan varados en Periférico, los ciclistas que son embestidos sin contemplaciones o las personas que viajan hacinadas en los túneles del metro. No hace falta ser urbanista para concluir que la movilidad —junto con la inseguridad— es el problema más grave de esta metrópoli.
Por eso veo con entusiasmo que existan iniciativas como Reto CDMX, la cual fue presentada hace unos días por el gobierno de la Ciudad de México en alianza con la Embajada de Finlandia. El objetivo es que empresas, asociaciones civiles o quien guste sumarse proponga proyectos para mejorar nuestra urbe en materias de movilidad y medio ambiente.
Sí, ojalá que haya más ciclovías, que el transporte público sea más digno y eficaz y que se fomenten los combustibles verdes. Sin embargo, entre todos estos temas que están tan de moda, a veces perdemos de vista a los que permanecen invisibles y, pese a ello, también se mueven diario en esta caótica ciudad: las personas con discapacidad.
Basta un recorrido corto para percatarnos que la CDMX no está hecha para ellos. No hay rampas suficientes —y las que existen están en mal estado o colocadas en sitios erróneos— ni transporte que satisfaga sus necesidades. Pero lo peor no es eso: el gobierno mexicano no tiene un conteo actualizado de cuántas personas integran este sector de la población. El último estudio amplio data de 2010 y fue elaborado por el INEGI. Los demás sólo han sido refritos o bases de datos no tan amplias como para elaborar una estrategia real que beneficie las necesidades de movilidad de estas personas.
Desde hace años, el marketing de empresas grandes y pequeñas se ha sumado a la ola de los transportes verdes y las facilidades para los ciclistas. Es lógico: se trata de un target de consumidores potenciales de alto poder adquisitivo. Sin embargo, resulta ético y hasta pertinente en temas de negocios ver hacia donde nadie más lo hace. Con base en estadísticas actualizadas a 2014, el INEGI contabiliza alrededor de 7.65 millones de personas con alguna discapacidad, de las cuales 2.6 sufren alguna discapacidad motriz.
La empresa alemana Ottobock, que desde hace 100 años se dedica a fabricar prótesis, ortesis y sillas de ruedas de alta tecnología, tiene muy claro el círculo vicioso que se forma entre la falta de cultura vial, los problemas de movilidad de las ciudades, los accidentes de tránsito y, adivinaron, las amputaciones y las discapacidades motrices.
“De todas las personas con discapacidad motriz que viven en México, el 52 por ciento padecen alguna amputación. Y de todos esos amputados, alrededor del 30 por ciento quedaron en esas condiciones debido a un accidente vial”, comenta la directiva, quien ha hecho un trabajo arduo en México, donde estamos a años luz de la cultura vial que existe en otros países, principalmente en Europa.
Ojalá que el Reto CDMX reciba muchísimas propuestas, y que varias de ellas estén enfocadas a mejorar la movilidad de las personas con discapacidad. Es lamentable que centros comerciales, cines, oficinas de gobierno y todo tipo de inmuebles no cuenten con la infraestructura necesaria para ellos. Es aquí donde hay una gran área de oportunidad para las empresas. Sólo hace falta voluntad y empatía.