Carlos Andrés Mendiola
@carlosamendiola
Una nueva era ha llegado.
Sí, suena ya quizás un tanto a cliché y sí es el eslogan del revival de la serie de los 90’s de los X-Men. Sí, también es cierto. “X-Men ’97” marca la llegada del grupo de mutantes a Disney, su regreso a Marvel luego de que los derechos le pertenecieran a 20th Century Fox.
El grupo de mutantes es una de las propiedades más exitosas de los cómics y en la pantalla grande. Es el grupo de súper héroes con más entregas (13 considerando trilogías y spin-offs), habiendo recaudado más de seis mil millones de dólares y con un personaje “vivo” que hará la transición al Universo Cinematográfico Marvel: Deadpool. Ms. Marvel, por cierto, es la primera mutante confirmada y presentada del universo.
Los X-Men aparecieron por primera vez en septiembre de 1963. Fueron creados por Jack Kirby y Stan Lee. Esa primera iteración no fue tan exitosa y se canceló en 1970. Fue revivida por Chris Claremont en 1975 y, como se dice, el resto es historia.
La diferencia la puso el cambio en el enfoque alrededor de la metáfora que representan y cuya universalidad es tan potente que sigue y seguirá vigente.
Un mutante es, acorde al Universo Marvel, un humano que nace con una alteración genética llamada el gen X y que le da habilidades súper humanas que usualmente se manifiestan en la adolescencia. La manifestación puede incluir aspectos físicos, notables a primera vista, y/o bien internos. En cualquier caso son un diferenciador que impacta emocionalmente a quiénes los poseen y que invariablemente también ocasiona reacciones en aquellos a su alrededor.
La gran mayoría de los mutantes son sujetos de prejuicios y discriminación. La lucha central de los X-Men es la lucha de los derechos humanos y alrededor de ellos están temas como la justicia, la igualdad, equidad, temas políticos, de igualdad de género, entre otros más.
La otredad es un concepto sobre el que se construyen los X-Men. Es el principio o la condición de definirse alrededor del otro, de aquello que se tiene en común, pero, más allá de lo que es diferente.
Ese principio sirve para que la condición mutante sea una metáfora universal que incluye condiciones físicas como la pérdida o carencia de alguna parte del cuerpo, el color de la piel o la raza, el género o bien aspectos internos como la capacidad o discapacidad intelectual, la preferencia sexual o incluso alguna creencia religiosa.
Las persecuciones que sufren los mutante no son distintas de las de muchos grupos a lo largo de la historia. Magneto, por ejemplo, uno de los grandes villanos de la serie es también un judío, perseguido en la Segunda Guerra Mundial por ello, y descubriendo sus poderes para manipular el metal tratando de defenderse.
En “X-Men 2”, por ejemplo, Bobby / Iceman les comenta a sus padres su condición de mutante. La escena está montada como si fuera una salida del clóset. La respuesta de su madre es “¿has tratado alguna vez… no ser mutante?”
Es justo el punto y conecta muy bien con una película reciente, “Rustin”, que si bien no es de ficción, al contrario, se basa en la vida del activista Bayard Rustin. En ella Rustin precisamente responde ante la discriminación de la que es sujeto: “El día que nací negro, también nací homosexual. O creen en la libertad y la justicia para todos, o no”. Es, más aún el punto, y es la lucha de los X-Men.
La relevancia, trascendencia y universalidad de los X-Men está en que “todos somos extraños”, en que todos podemos sentirnos ajenos al mundo por una u otra razón y en que al serlo todos somos humanos. Iguales en la universalidades, únicos en la particularidad.
