Decir “Shazam!” no siempre tiene el mismo efecto.
Shazam está de regreso con una secuela que parece garantizarle su aún no confirmado estatus en el Universo DC. Las proyecciones indican que debutará con entre 35 y 40 millones de dólares, muy similar a lo de la primera entrada; las primeras reacciones de los críticos han sido positivas.
“Shazam!” es la frase que comparten tanto “Shazam” como “Black Adam”. Al pronunciarla, Billy Batson y Teth-Adam adquieren súper poderes, pero mientras “Shazam” triunfó en 2019 con una taquilla de 366 millones de dólares de un presupuesto de alrededor de 90 millones y un 90% en el meta sitio Rotten Tomatoes, “Black Adam” fracasó (un presupuesto de estimado de más de 200 millones de dólares, una taquilla de 393 millones de dólares, un 39% en Rotten Tomatoes, además de la promesa no cumplida de lanzar un universo DC que ya no sucederá; vaya “Black Adam” parece que está desaparecido de los planes de James Gunn, la nueva cabeza del universo). El resultado es distinto por un par de detalles esenciales: conflicto y emoción.
La clave esencial para que cualquier historia funcione está en el conflicto. El personaje principal debe de querer o carecer de algo y todo lo demás debe estar en función de ayudarle a conseguirlo o no. El conflicto no necesariamente ex explícito, puede estar implícito en lo que el personaje debe resolver e la historia. Por ejemplo, en “Shazam!”, lo que Billy Batson quiere es una familia. A Blly, un adolescente, le sucede que le otorgan grandes poderes y en el aprender a usarlos y detener al villano encuentra una respuesta a su problema. Es decir, “Shazam!” no es en realidad sobre un adolescente con súper poderes ni sobre un súper héroe que se comporta como adolescente. Es sobre un adolescente buscando a su familia. Al final, sin spoilers, obtiene una respuesta; no es la que esperaba, pero es una respuesta.
¿Cuál es el problema de “Black Adam”? ¡Exacto! Es difícil determinarlo. La película inicia con un complicado prólogo que explica cómo obtuvo los súper poderes y luego cómo es que quedó atrapado. De ahí, la cinta no se ocupa de aclarar qué quiere Black Adam. El interés se mantiene porque los otros súper héroes quieren detener su ira y luego porque deben aliarse para detener una amenaza mayor, pero no hay un conflicto asociado con el desarrollo del personaje y ése es un gran problema, uno esencial.
La búsqueda de la familia o el sentido de pertenencia es un sentimiento universal. Es algo con lo que cualquier puede identificarse. En “Shazam!” no sólo Billy discute sobre ello, está el Dr. Sivana, el antagonista y están los otros niños sin hogar como Billy. Es decir, todos los personajes dialogan sobre el tema desde distintos ángulos. En “Black Adam” eso no sucede. El personaje está enojado y eso da para secuencias llenas de efectos especiales muy espectaculares y vistosas, pero sin sustento emotivo. No hay un interés real por saber qué le pasará al personaje y entonces, al final, cuando se explican sus motivos, su pérdida y su búsqueda, ya es muy tarde.
Una buena historia debe tener un conflicto universal que conecte con la audiencia desde la particularidad del protagonista y que denote en una identificación y, por ende, en emoción. Es lo que hace que cuando se grite “Shazam!” el trueno se sienta el ambiente… o no.