Por Camila González
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Y me lo pregunto. Una y otra vez. Y no tengo idea. Es cierto que cuando menos me doy cuenta estoy pegada a la pantalla, buscando algo o nada, curioseando, mirando, fugada de mi propio yo, evadiendo y…, lo confieso, perversamente perdida en la inmensidad de la información sin saber con certeza para dónde me dirijo ni por qué estoy allí, conectada.
Navegar ya se vuelve una necesidad rara, de esas que no siempre satisface algo que queremos, pero que se hace un hábito de la mente inconsciente, perdón, de la señora mente inconsciente y que nos incita a estar quizás perdiendo el tiempo enterándonos de que alguien está aburrido o deprimido o que tomó fotos en un parque con su hijo.
Toda esta reflexión me la incitó la lectura del nuevo informe de Nielsen sobre social media. Interesantísimo saber que cada día estamos, en el mundo en general, más robotizados. Bueno, interesante y miedoso a la vez. Ya saben que me aterrada la “internautividad” desaforada y que me frustra saber tantos ejemplares de literatura estáticos en los anaqueles, y tantas actividades culturalmente nutritivas, como el teatro, con tres sillas ocupadas.
Y, como seguro les llama la atención, pongo a su disposición el informe del cual les hablo. Léanlo y unamos reflexiones (no les pido que les dé pánico como a mí): ¿para dónde va esta conectividad muchas veces fortuita? ¿Qué poder le damos a Internet en nuestro tiempo de vida? Y lo más importante, ¿para qué?