Aunque también ha sido blanco de críticas, Japón es uno de los países que mejor ha podido sobrellevar la pandemia. Su estrategia apela a la civilidad y no a lo prohibitivo. Allá se permite realizar eventos con todas las medidas sanitarias correspondientes y bares y restaurantes pueden abrir con horarios limitados. Eso hizo pensar que sí se llevarían a cabo los Juegos Olímpicos de Tokio, pero un repunte del número de infecciones ha puesto en duda nuevamente al evento deportivo más grande del mundo.
Desde marzo pasado, el gobierno japonés anunció que los Juegos serían pospuestos para julio de 2021. Los organizadores estaban seguros de que la pandemia sería un potro sencillo de domar en un país tan disciplinado como Japón, pero el virus ha vuelto a jugar una treta inesperada: dos nuevas cepas (una en Reino Unido y otra en Sudáfrica) amenazan con volver más larga y más intensa esta enfermedad que ya se ha cobrado la vida de más de 2 millones de personas en todo el mundo, según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El jueves pasado, debido a la época invernal, Tokio llegó a su récord histórico de contagios por covid-19, con 2 mil 447 casos. El gobierno japonés declaró estado de emergencia y reforzó sus fronteras por temor a que la tercera ola de coronavirus sea mucho más letal y expansiva. Sin embargo, el primer ministro de ese país, Yoshihide Suga, fue determinante: cancelar los Juegos Olímpicos no es una opción.
No es para menos: se trata de los Olímpicos más caros de la historia, con una inversión que ronda en los 13 mil millones de dólares. La cancelación de las magnas justas acarrearía pérdidas para todos. Para Japón, en primer lugar, pero también para todos los contratistas y los anunciantes, entre los que hay desde compañías transnacionales (McDonald’s, por ejemplo) hasta constructoras o empresas de logística locales.
Durante prácticamente un año, todos esos actores que invirtieron o gastaron en los Juegos han tenido congelados sus activos. Visto de manera estricta, tener congelado tu dinero no es una pérdida, pero tampoco es una ganancia. Es algo inútil, para ser sinceros. Y sólo genera incertidumbre. En esa condición están hoy cientos de empresas involucradas con los Juegos. De hecho, aunque sí se lleven a cabo, se realizarían de manera acotada, sin público y con los atletas en cuarentena y posiblemente vacunados. Algo bastante improbable, ya que muchos deportistas se negarán a vacunarse por temor a bajar su rendimiento físico.
La cancelación de las Olimpiadas es un asunto grave porque ésta era la primera vez en al menos dos décadas que los Juegos Olímpicos iban a ser un verdadero negocio. En esta ocasión, Japón había logrado recaudar 3 mil 100 millones de dólares, rompiendo así el récord de patrocinios privados en la historia del olimpismo. Todo ese trabajo hoy navega en el mar de la incertidumbre, igual de tantos otros eventos deportivos o de la industria del entretenimiento.
El año pasado, en este mismo espacio, publiqué que las pérdidas para Japón serían de 6 mil 500 millones de dólares, según estimaciones de SMBC Nikko Securities. Pero nuevos cálculos hechos por el mismo Comité Organizador aseguran que las pérdidas serán mucho mayores, casi al doble de esa cantidad.
Ni siquiera los mismos atletas ni los patrocinadores saben si los Juegos se van a llevar a cabo. Entre las marcas que patrocinan al Comité Olímpico y/o Paralímpico Internacional se encuentran Bridgestone, Coca Cola, Canon, Omega, Visa, Toyota, Ottobock, General Electric, Panasonic, Samsung, Intel, Omega y Alibaba. Yo he platicado con Mónica Guadalajara, directora de Ottobock para México y América Latina, y ella tampoco tiene certeza de nada. Todo depende ya de la decisión gubernamental del país asiático. Ni siquiera de la OMS, que legalmente sólo está facultada para emitir recomendaciones. Ottobock es patrocinador oficial de los Juegos Paralímpicos desde los años 80. Se dedican a ofrecer servicios técnicos para las prótesis o sillas de ruedas que utilizan los paratletas. Ya tenían planeado enviar 100 técnicos, 15 mil repuestos y un equipo de casi 18 toneladas. Hoy, todo eso, está varado, en espera de que esta pesadilla acabe de una vez por todas.