La movilidad en las ciudades está subordinada a los deseos y caprichos de los automovilistas. La mayorĂa de la inversiĂłn destinada a mover personas en una ciudad que está ligada a los autos, ya sea en seguridad, pavimentos o infraestructura. Basta observar el reglamento de tránsito, el mayor enfoque está en los automĂłviles, poco se dedica a los otros medios de transporte. De manera ideal, el transporte pĂşblico deberĂa ser la prioridad de cualquier ciudad, pero en MĂ©xico —por lo menos— no es asĂ. La llegada de Uber y Cabify ha ayudado a que los que vivimos en esta ciudad tengamos una opciĂłn adicional de transporte; sin embargo, no se ha resuelto el problema en su totalidad.
Ahora nuestra ciudad se ha llenado —al igual que varias en la uniĂłn americana— de scooters y “patines del diablo”. La idea me parece fantástica, admito que no soy pĂşblico objetivo pero entiendo su funcionalidad y el valor que traen a la sociedad. El principio es simple, a travĂ©s de una app, habilitas un scooter o bicicleta descentralizada para usarla con un pago por minuto. Grin, Bird, Lime son sĂłlo algunas de las empresas que aspiran a mejorar el problema de movilidad en la Ciudad de MĂ©xico. Estas firmas buscan aplicar un modelo que inclusive en Estados Unidos no ha sido exitosamente probado. Entiendo mejor que muchos la necesidad de innovar y agradezco que MĂ©xico se llene de personas que buscan aportar; sin embargo, no somos Alemania. En el paĂs germánico existe inclusive una licencia para conducir en bicicleta, en la CDMX apenas comenzamos a comprender las reglas de civilidad entre conductores, personas en bicicleta y peatones. Para los que caminan en la ciudad ha quedado claro que uno de los dĂ©ficits más importantes en la ciudad son las banquetas, ya sea por su pĂ©simo estado, inexistencia o secuestro por ambulantes. Los pocos espacios disponibles ahora han sido tomados por patines y bicicletas.
Hablemos de seguridad
A esto se suma la poca seguridad que dicho medio de transporte garantiza a los usuarios. Las empresas que proveen este servicio deberĂan proveer cascos gratuitos; por lo menos asĂ fue la exigencia en la ciudad de San Francisco. Los registros de las empresas que deseaban operar en San Francisco quedaron asentados de manera pĂşblica en su sitio oficial. Con sĂłlo observar la carta y análisis de Lime (por citar un ejemplo) queda claro que tienen un entendimiento profundo de la ciudad de San Francisco sin mencionar un deseo de cumplir la ley. En MĂ©xico parecerĂa que todo lo hemos dejado en mano de los usuarios, por ejemplo, en el caso de Grin en la secciĂłn de seguridad citan como principal eje “evita caer en baches”, usar caso aparece en tercer lugar. Queda la sensaciĂłn que lo más importante es el estado del patĂn del diablo antes de la seguridad del usuario aunque en toda sinceridad, un bache en la ciudad de MĂ©xico es bastante peligroso.
PodrĂa dedicar toda la columna al problema desde la perspectiva de los proveedores del servicio. No puedo sacudir la sensaciĂłn de que su llegada a MĂ©xico es algo improvisado y que lejos de aprender de sus experiencias en San Francisco —ciudad que los prohibiĂł hasta que se ordenaron— trataron de hacer un madruguete en nuestro paĂs. Las empresas deberĂan autorregular su servicio antes de molestar a los peatones con patines y bicicletas tiradas en la baqueta.
El gobierno
Por otro lado el gobierno —una vez más— pecĂł de inocente. Hace algunos años cuando VĂctor Hugo Romo era delegado de la delegaciĂłn Miguel Hidalgo me presumĂa como su delegaciĂłn promoverĂa el uso de bicicletas. A tal grado que fue reconocido por la OrganizaciĂłn de las Naciones Unidas en MĂ©xico por ser el funcionario que más promueve el uso de la bicicleta en la capital del paĂs. Ahora como Alcalde de la misma poblaciĂłn se ve en la necesidad de remover a empresas de scooters de las banquetas por las quejas de vecinos. El discurso progresista es muy bueno y la necesidad de resolver movilidad tambiĂ©n, pero hay un problema que requiere regulaciĂłn. El gobierno tiene una oportunidad de oro, ya llegĂł Uber y creciĂł sin control, admisiblemente nuestros gobernantes no la vieron venir. Pero, en el caso de scooters hay bastante literatura de cĂłmo regular y las consecuencias de no hacerlo.
Por Ăşltimo queda el usuario, que no es blanca paloma. Si manejar en esta ciudad no era suficientemente complicado, ahora hay que esquivar bicicletas, motociclistas y ahora scooters. Entiendo que subirse a un scooter hace la carga menor pero el costo de usar las plataformas no es menor, por 30 minutos se debe pagar entre 69 y 100 pesos. Esta cifra es muy superior al transporte pĂşblico sin mencionar ser un peatĂłn comĂşn y corriente. ParecerĂa que los scooters podrĂan ser parte de una moda en especial si se considera que compiten con otros medios más establecidos como la Ecobici. Claro, tambiĂ©n habrá que considerar en quĂ© estado terminarán despuĂ©s de dos o tres años de uso. La principal queja de los usuarios de las Ecobicis es justamente la calidad de los vehĂculos.
Este tipo de fenĂłmenos ponen en descubierto la complejidad de la innovaciĂłn y la frontera entre espacios pĂşblicos y privados. Los vecinos de las colonias que cuentan con este servicios tienen razĂłn en pedir que sean removidos de sus banquetas, estos espacios no son estacionamientos para ningĂşn tipo de vehĂculos, por es misma razĂłn la ciudad (por lo menos en Insurgentes, Reforma y Mazaryk) ha instalado estaciones para colocar bicicletas. Sin embargo, tambiĂ©n las empresas tienen derecho de buscar un negocio que —dicho sea de paso— es lĂcito y aspira a resolver un problema real de nuestra ciudad.
El Ăşnico arbitro será el gobierno. No obstante usuarios, vecinos y por supuesto proveedores de servicio deben poner de su parte para crear una soluciĂłn y no un problema. Es importante reconocer la importancia que tienen este tipo de servicios para mejorar la movilidad en nuestro paĂs.