Carlos Andrés Mendiola
@carlosamendiola
Me asusta, pero me gusta…
Sí, suena a broma, pero no lo es. El terror es uno de los géneros más exitosos y lucrativos de la industria del cine.
La firma Numbers ha revelado que un 45% de los filmes que mejores rendimientos tienen son los de terror. Es fácil entenderlo al considerar que muchas de las producciones son de bajo presupuesto y recuperan rápidamente lo invertido, amén de dejar fuertes dividendos.
Quizás el caso más contundente es “El proyecto de la bruja de Blair” que en 1999 se estrenó con menos de un millón de inversión e ingresó 248 en taquilla. Este mismo 2024, por ejemplo, está “Longlegs” que sin haber hecho su estreno en los mercados internacionales lleva 100 millones de dólares y costó sólo 10 (20 si se consideran los 10 usados en mercadotecnia, aunque, es sabido, esos costos nunca se consideran cuando se habla de costos de una cinta).
De terror hay casi un estreno por semana en salas. De terror hay muchas franquicias y ahora vuelve también “Alien” con “Alien: Remulus”. ¿Qué hace que sean tan fascinantes y adictivas?
La respuesta está englobada en una palabra: siniestro. El término lo propuso Ernest Jentsch y lo elaboró Sigmund Freud en un ensayo que se denomina “Das Unheimliche”. Utiliza como principales elementos para elaborar al respeto los museos de cera y las muñecas. En los primeros, están esas figuras inertes que asemejan la vida. En la segunda, están esas personas sintéticas con las cuales los niños recrean la vida.
Igualmente refiere a la literatura del autor de fantasía y horror gótico Ernst Hoffman.
Freud elaboro sobre la propia base de la palabra en alemán (unheimlich) indicando que su base en la misma que su opuesto y que puede entenderse quizás como “lo oculto” o “secreto”. Entonces justo el punto está en cómo la curiosidad se despierta por esa mezcla entre aquello que se conoce o se cree conocer, pero no se puede ver. Está “en las sombras”.
¿Qué hace el terror si no jugar con ello todo el tiempo? Es, hablando de “Alien” la presencia de la criatura aún y cuándo ya se la visto ante la posibilidad de que regrese, ante la presencia de lo que puede o no hacer.
Todo ello, enfrentado o inmerso en la más primitiva necesidad del ser humano: vivir. En contraposición justo está también el más grande temor: la muerte. Y la muerte, además enfrenta, otra vez, a lo desconocido.
Así que el cine de terror se aprovecha para jugar con esa curiosidad por querer descubrir lo oculto o secreto, aún y cuando se sepa que hay riesgo en ello. Es la propia experiencia que muchos espectadores buscan y esperan en el cine de terror, la sorpresa y en esa sorpresa, el grito o el salto.
El cine se ha ocupado de que en aquello que se desconoce está una metáfora de una preocupación humana. Por ejemplo, en la versión más reciente de “El hombre invisible”, se habla del abuso y el acoso a las mujeres del propio patriarcado.
La publicidad dice: lo que no puedes ver no puede lastimarte (y que explica por qué a la protagonista nadie le cree, no pueden ver al hombre que lo hace) y que justo es la mejor manera de demostrar que sí, que la violencia de género no es sólo una cuestión física. Ahí está el terror.
En “Un lugar en silencio” son los temores de los padres; en “¡Huye!” el racismo y en “Alien: Romulus” la libertad o su posible pérdida.
La saga Alien se caracteriza porque sus títulos refieren a personajes épicos o bien algunos de sus elementos. Ahí está “Prometeo”. Ahora está “Rómulo”. Es una alusión a Remo y Rómulo los fundadores de Roma, según dice la leyenda.
Rómulo de donde proviene el Romulus es un símbolo de inicio. “Alien: Romulus” no es propiamente uno, pero si un reinicio, una nueva llama. Funciona justo porque se ciñe en lo más primitivo, en el instinto de supervivencia.
Funciona por ser un nuevo inicio, como lo es el propio latir, en su promesa, del cine de terror.