El sábado pasado, tuve el privilegio de sumergirme en el universo cinematográfico de Poor Things acompañado de Ale, mi esposa. Sentado en una sala llena, con la expectativa flotando en el aire, me encontré presenciando más que una película: era una experiencia que desafiaba cada fibra de mi percepción. Esta obra maestra dirigida por el aclamado Yorgos Lanthimos y protagonizada por la brillante Emma Stone, transmite aprendizajes que tienen suma relevancia en el marketing.
Poor Things no sólo cuenta una historia; aspira a desestabilizar, provocar y cuestionar. Es en este punto donde la película entrelaza su genialidad con el arte del marketing: ambas disciplinas buscan generar una reacción, sentimiento o reflexión que persista más allá del contacto inicial. Lanthimos, conocido por su habilidad para inquietar al espectador, teje una narrativa que va más allá del entretenimiento convencional.
El personaje de Emma Stone, una mujer que busca su identidad y lugar en el caótico telar de la sociedad victoriana, sirve como un espejo de nuestras propias búsquedas y anhelos. Con su mezcla de comedia, drama y una pizca de lo grotesco, la película ha sido descrita como un laberinto de emociones y reflexiones, que va desde el asombro hasta la incomodidad más profunda. Esto no es casualidad, además de que es la esencia misma del marketing efectivo: despertar emociones, provocar pensamientos, incitar al diálogo.
La incomodidad que Lanthimos infunde en su audiencia no es un fin en sí mismo, sino un medio para invitar a la introspección. En el mundo del marketing buscamos generar esa misma profundidad de conexión, provocando que el público vea pero que también sienta, reflexione y se vea impelido a actuar. Poor Things nos recuerda que, ya sea en el cine o en el marketing, el impacto más duradero se logra cuando desafiamos las normas, cuando nos atrevemos a ser inolvidables.
Esta experiencia fue aún más enriquecedora gracias a las actuaciones magistrales de Willem Dafoe y Mark Ruffalo. Dafoe, en su papel de Dr. Godwin “God” Baxter, y Ruffalo, como Duncan Wedderburn, presentan dos facetas de la humanidad que resuenan profundamente en el corazón del marketing emocional.
El Dr. Baxter, interpretado con maestría por Dafoe, es la encarnación de la búsqueda incansable de la verdad y la ciencia, a pesar de los traumas y desafíos que enfrenta. En marketing, al igual que en la ciencia, la perseverancia en la búsqueda de soluciones innovadoras es crucial. Además, la capacidad de Baxter para enfrentar y superar obstáculos nos habla de la resiliencia, un valor que toda marca aspira comunicar a su audiencia.
Por otro lado, Duncan Wedderburn, traído a la vida por Ruffalo, es un personaje confiado y aventurero, cuya interacción con Bella (Emma Stone) revela la complejidad de las relaciones humanas. Su capacidad para sumergirse en una aventura, confianza y eventual vulnerabilidad son cualidades que toda campaña de marketing busca evocar para conectar con su audiencia en un nivel más humano y emocional.
El enfoque único de Yorgos Lanthimos en la dirección, destacando la confianza y el trabajo en equipo durante el proceso de producción y actuación, se refleja en la profundidad y autenticidad de estos personajes. Al igual que en una campaña de marketing eficaz, la película utiliza la complejidad de sus personajes para tejer una narrativa que resuena y perdura.
Más aún, la meticulosa atención a la colaboración y el detalle en Poor Things son testimonio de cómo la pasión y autenticidad pueden trascender el producto, por lo que aplicarlas en marketing permitirá crear una experiencia que se quede con el público mucho después del contacto inicial.
Poor Things no es sólo una película, sino una lección magistral sobre el poder de la incomodidad, una herramienta que, tanto en el cine como en el marketing, tiene el potencial de transformar la pasividad en acción y la indiferencia en pasión. Como profesionales y como audiencia, tenemos mucho que aprender de esta obra maestra.
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Arturo Ortiz, CEO Birth Group
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