En la Edad Media el conocimiento era un bien colectivo y los copistas eran los héroes que permitían difundir el conocimiento y las artes.
Con la invención de la imprenta el trabajo creativo se fue convirtiendo en un bien privado. En el siglo XVIII surgieron las primeras leyes autorales y en el siglo XIX quedaron establecidas las normas para las notas a pie de página.
Todavía hoy la educación artística se basa en la reproducción de obras clásicas. Obras de dominio público (que ya no son monopolio de su autor) o copias aceptables de ésas, adornan millones de casas.
Hay sectores en los que prácticamente toda la obra está registrada y los plagiarios acaban pagando indemnizaciones millonarias.
El plagio académico ha sido detectado y sancionado en México. Pérdida de empleos y retiro de premios o de grados académicos han sido algunas de las formas de castigar esta conducta.
Por ejemplo, en 2006, la Secretaría de la Función Pública retiró el tercer lugar del premio anual de Investigación sobre Corrupción en México a César Vladimir Juárez Aldana, pues se comprobó que cometió un plagio. Utilizó en su trabajo varios párrafos de la tesis doctoral de Gabriela Inés Montes Márquez, pero nunca la citó ni le dio crédito. El jurado decidió quitarle el reconocimiento, el dinero por el tercer lugar y solicitar al sancionado que retirara cualquier mención al premio en su currículum.
Diez años después, el investigador chileno Rodrigo Núñez Arancibia perdió el doctorado que estudió en El Colegio de México y su trabajo en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo porque se comprobó que durante 11 años plagió al menos 12 artículos y capítulos de libros, incluyendo prácticamente toda su tesis doctoral. Este investigador también perdió los apoyos que da el Sistema Nacional de Investigadores y estímulos de la SEP. Su carrera académica prácticamente acabó en 2015.
En ese año, el escritor Guillermo Sheridan dedicó una columna a contar un descubrimiento: buscando una cita olvidada encontró en internet un artículo sobre José Juan Tablada, que inmediatamente le llamó la atención porque él había estudiado a este personaje.
El artículo, firmado por Juan Pascual Gay, le pareció “bastante bien”, pero pronto se dio cuenta que era 99 por ciento igual a uno que él publicó en 1993 en la revista Vuelta, fundada por el premio Nobel Octavio Paz.
El caso tomó relevancia porque Juan Pascual Gay tenía un doctorado en Letras, había participado en diversas becas y estímulos oficiales y se desempeñaba como profesor del programa de estudios literarios de la Universidad de San Luis.
Un mes después de la denuncia de Sheridan, la universidad lo despidió y otro mes después el Conacyt lo retiró durante 20 años del Sistema Nacional de Investigadores.
En la Universidad Nacional Autónoma de México, cuando existe la presunción de plagio, el caso es llevado ante los tribunales universitarios. Si subsecuentemente la investigación demuestra que el estudiante ha cometido plagio, el castigo puede ser la suspensión hasta por un año, de conformidad a los artículos 95 y 97 del Estatuto General de la UNAM.
En 2005 el diario Reforma publicó en primera plana que Roberto Josué Bermúdez robó al menos 40 párrafos de su tesis para convertirse en sociólogo por la Máxima Casa de Estudios. El caso mereció relevancia porque Bermúdez participó en la agresión a profesores de la Facultad de Ciencias Políticas que organizó el Comité General de Huelga en 2001. Reforma reportó que estos hechos costaron la expulsión a Alejandro Echeverría, mejor conocido como “El Mosh”.
Días después de la revelación, el acusado de plagio tuvo que dejar el trabajo que tenía en la Facultad de Medicina de la UNAM.
En agosto de 2013 la UNAM despidió al maestro Boris Berenzon Gorn, a quien se le comprobó el plagio de diversas obras, incluyendo sus tesis de maestría y doctorado. Luego de la presión de la comunidad universitaria, el consejo técnico de la facultad de Filosofía y Letras decidió despedir al catedrático.
Hace unos días quedó al descubierto el plagio de una tesis con la que se tituló como abogada en la UNAM, hace 35 años, la ministra Yasmín Esquivel, quien es candidata para presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Más allá de la grave falta en la que incurrió en aquella ocasión, la secuela que deja el hecho en términos de su reputación es gravísima, toda vez que los aspirantes a ese cargo deben tener imagen de probidad y observar una conducta intachable, atributos con los que ya no cuenta la ministra. El caso se ha politizado, ¿será que a pesar del probado plagio se le premie con la presidencia de la SCJN? Ello representaría una mancha indeleble para la reputación del Poder Judicial y de nuestra Máxima Casa de Estudios.