Pfizer anunció que prohibirá el uso de sus fármacos para aplicar inyecciones letales en condenas de ejecución dentro de Estados Unidos, por lo que cambiará sus medidas de distribución, que en la actualidad funcionan bajo un esquema de mercado abierto.
El anuncio da sentido a su estrategia de reputación, cuya imagen crece sobre brindar alivio a pacientes, hecho que contrastaba negativamente con la idea de provocar la muerte en ejecuciones.
La compañía Pfizer es la marca farmacéutica con mayor valor en el mundo, al acumular cuatro mil 401 millones de dólares, de acuerdo a Brandirectory.
Este liderazgo posiblemente también la motivó a implementar una estrategia de marketing que abone a su imagen: prohibir el uso de fármacos dentro de inyecciones letales.
El hecho lo dio a conocer Maya Foa, una especialista del grupo en defensa de los derecho humanos Reprieve y coloca a Pfizer junto a otras 20 farmacéuticas, que de acuerdo a trascendidos de prensa, han implementado esta restricción en Estados Unidos y Europa.
Marcas farmacéuticas que ya han impedido el uso de sus medicamentos dentro de inyecciones letales son Lunbeck, hecho que incluso le hizo ganarse el Corporate Social Responsibility Award for Ethical Leadership in the Pharmaceutical Industry.
La medida también coincide con diversas campañas sociales que buscan impedir el uso de inyecciones letales para cumplir condenas a muerte de presos.
Organizaciones como Amnistía Internacional lo han hecho de la mano del actor Jeremy Irons, con un impacto en plataformas como YouTube, con más de 459 mil vistas.
Otras campañas como Pharmaceutical Hippocratic Oath, han buscado motivar que compañías farmacéuticas se suman a la prohibición en el uso de sus productos, para ser suministrados en inyecciones letales.
La reputación de marca dentro de la industria farmacéutica no solo es una estrategia de marketing que debe de mantener el equilibrio entre la percepción y el patrón de consumo que se hace de productos; se trata de una nueva forma de entender al mercado de masas, pues si bien la puesta en marcha de movimientos a los que cada vez más marcas se suman en contra del uso de sus fármacos con motivos sumamente polémicos, queda clara la fuerte necesidad de colaboración entre las compañías y las organizaciones civiles, con un común denominador: el consumidor.