Los países de América Latina y el Caribe han tomado medidas en la lucha contra la contaminación por plásticos de un solo uso; México, por ejemplo, emprendió acciones: en 2020 la capital del país prohibió el empleo de bolsas de plástico de un solo uso y para 2021 se ampliaron las medidas a la comercialización, distribución y entrega de tenedores, cuchillos, cucharas, palitos mezcladores, platos y popotes o pajitas.
Es cierto, cuando vamos al supermercado procuramos optar por las bolsas de tela, pero, una vez ahí, pasteles, detergente, refrescos, lácteos y hasta la fruta están envueltos en plásticos lo que favorece la producción de más de siete millones de toneladas de este material al año, tan sólo en el país, de ellas, 48 por ciento se destina a envases y embalajes y aunque muchos de ellos son reciclables, no necesariamente terminarán siendo reciclados, según la revista especializada, Tecnología del Plástico
En la década comprendida entre 2013 y 2023, Latinoamérica incrementará la producción de plásticos de 363 mil millones a 415 mil millones de unidades de empaque, con un crecimiento compuesto anual de 2.4 por ciento, de acuerdo con la Asociación para las Tecnologías de Envasado y Procesamiento; la industria no se detiene pese a las medidas, por el contario, crece, es fructífera y contribuye a que un tercio de todos los residuos generados en las urbes latinoamericanas terminen en vertederos abiertos o en el medio ambiente.
Es simple, las leyes no han servido de nada o de muy poco, seguimos requiriendo de recipientes y hasta ahora, los seres humanos hemos encontrado en el plástico la mejor opción, aunque ello, implique efectos sumamente negativos para la pesca, el turismo y el transporte marítimo, la salud y claro, el dinero.
La toma de medidas para la eliminación de los residuos alcanza 40 mil millones de dólares en pérdidas cada año de acuerdo con el Programa de la ONU para el Medio Ambiente y aún con esa inversión, América Latina se encuentra sumida bajo toneladas de residuos, incluso en los mares y prueba de ello, es que el Mar Caribe es el segundo más contaminado en el mundo, tan sólo después del Mar Mediterráneo.
Parece ser definitivo: no podemos vivir sin plásticos, sin embargo, existen opciones: los bioplásticos que abarcan dos conceptos diferentes: uno corresponde a los plásticos compostables, biodegradables que como ya decíamos no siempre terminan siendo reciclados y los biobasados o plásticos de biomasa.
En Chile, por ejemplo, en 2014 nació Bioelements como una alternativa ecológica al plástico convencional, se trata precisamente de material biobasado, renovable y biodegradable, la propuesta es tan innovadora que fue premiada por Babson College (USA) como el mejor emprendimiento del 2017, al resolver un problema de alcance global.
La industria de estas opciones puede ser tan grande como la del plástico actual y contribuir al desarrollo de países enteros, con la enorme diferencia de que con estas opciones no se afecta la naturaleza ni se tienen implicaciones para la salud ni las actividades económicas.
Los gobiernos en el mundo tienen que dar el paso, dejar de lado las acciones superfluas y considerar el apoyo a emprendimientos como Bioelements para generalizar el uso de estas opciones, claro, de la mano de la educación ambiental y la conciencia de los consumidores.