Empatar con la libertad de ser pequeƱos otra vez. Un Dupin o un Sherlock, un niƱo, y una mascota llamada Wellington. Una recomendaciĆ³n de Carlos, —lo leĆ anoche. Charly es uno de esos devoradores de lecturas extraƱas. āEl curioso incidente del perro a medianocheā. Por supuesto,Ā a mĆ me tomĆ³ mĆ”s de una noche despaginar el texto de Mark Haddon, tratando de seguir los pasos de Cristopher, el protagonista de esta Odisea.
Tiempo y lugar; el momento perfecto. Narrar desde la mirada de un pequeƱo, otorga de facto la libertad que en apariencia se va perdiendo a medida que nos desarrollamos, un trance en el que los conceptos se van adhiriendo incluso sin nuestro consentimiento a medida que vamos tomando consciencia de lo que nos rodea, de inmediato nos convertimos en el tamiz de lo observado, nos transformamos en la medida de las cosas propias y ajenas. Una travesĆa por la adultez, que asemeja un carrusel en el cual es innegable el movimiento, movimiento que no necesariamente implica un viaje.
Imaginemos iniciar un proyecto sin destino, un viaje en el que la idea sea dejar el espacio que habitamos, una idea en la que prive la intenciĆ³n por descubrir lo inĆ©dito, conducirse bajo la premisa de lo nuevo. Existen pocas travesĆas narradas en esta especie de āsin rumboā. El retorno de los protagonistas, se podrĆa decir, es casi un hecho insustituible cuando se intenta construir una historia. ĀæQuĆ© caso tendrĆa emprender, si el regreso al punto de partida no existiera? La autoridad de la experiencia es al menos una ācertificaciĆ³n moralā en primera persona, esta primera persona es en efecto la voz que nos eleva tras el propĆ³sito y tambiĆ©n nos precipita a la inmediatez,Ā en este segundo modo, nos podrĆa conducir adonde el optimismo exacerbado calcifica las amenazas y debilidades enseƱƔndonos a ignorar los hechos sin quererlo.
Tal vez, imaginar ser un niƱo sea una de las mejores soluciones para la autocrĆtica, el descaro de verte de frente y ser el tutor responsable de ti mismo, este ejercicio de empatĆa esĀ una oportunidad de ser nuestro propio guĆa sin sentirnos bajo la tutela de un extraƱo. Se puede ser pesimista de vez en vez, al final, solo se trata de facilitar el diagnĆ³stico sobre de las cosas, cosas que por mĆ”s que se intentan ignorar mediante la mirada adulta, yacen en cada parte de los procesos en nuestros proyectos. Aprender a mirarnos desde la periferia, e imaginar cĆ³mo nos ven se podrĆa reducir a observarnos con mirada de niƱo.
Otra opciĆ³n un cuanto mĆ”s difĆcil de lograr, es la de conservar y distinguir las miradas agudas de quienes nos rodean. A toda luz, no se trata de adoptar la disrupciĆ³n como el talante Ćŗnico de la creatividad; sin embargo, contar en el directorio de tu celular con uno que otro ser distinto que lea libros completos en una noche, serĆ” āsiempre siempreā un refugio valioso al que si no en permanente, deberemos acudir por una recomendaciĆ³n de vez en cuando.