La evolución del mundo nos está llevando a asumir nuevos niveles de responsabilidad en distintos ámbitos, y el plano digital es uno de ellos. Una responsabilidad que pasa por lo que compartimos en línea, pero que cobra mayor relevancia cuando hablamos de lo que compartimos sobre nuestros hijos. Sin darnos cuenta, podemos convertirlos en víctimas de un fraude que se consumará en varios años.
De acuerdo con una estimación de Barclays, de continuar al ritmo que se lleva en estos momentos para el 2030 el “sharenting” puede ser responsable de 7.4 millones de casos anuales de robo de identidad, y más de 800 millones de dólares de fraude en línea. Cabe recordar que el “sharenting” es la práctica por medio de la cual los padres comparten fotos e información de sus hijos en línea, principalmente a través de redes sociales.
Seguramente ha escuchado sobre la famosa huella digital (digital footprint en inglés), pues dicha huella puede ser trackeada por hackers, defraudadores y unas inocentes fotos pueden ir construyendo el archivo de un menor de edad- sin que este lo sepa o haya dado su aprobación- para usarse en algún tipo de estafa, chantaje o fraude.
Y si la idea del fraude no le parece lo suficientemente aterradora, piense por un segundo que esa foto de las vacaciones de verano en la playa que se subió a un post de Facebook o Instagram termina en alguna red de pornografía infantil, o simplemente expone a su menor a los ojos de un pedófilo.
Según un estudio realizado por Pew Research durante 2021, el 40% de los encuestados menores de 30 años (en Estados Unidos) declaró sufrir de algún tipo de cyber acoso; el 11% de esos casos fueron de acoso sexual y otro 11% de persecusión.
Otro estudio, en este caso de Comparitech, arrojó que los padres identificaron que el 19% del bullying que sufren los jóvenes ocurren en línea, es decir, redes sociales y otro tipo de plataformas online como juegos. Y las edades que reúnen más víctimas de este fenómeno comprenden entre los 11 y 18 años, donde más del 55% de la muestra reportó algún tipo de acoso.
Las estadísticas son importantes para darnos contexto de un problema, en este caso, las consecuencias de compartir la vida de nuestros pequeños en Internet. Pero ningún estudio nos va a decir qué tan vulnerada o no sienten su privacidad cuando posteamos algo simplemente porque nos pareció “bonito”, estamos “orgullosos” o simplemente nos gusta exponer nuestra vida (en realidad es la de ellos) ante los ojos de nuestros amigos y familiares.
Quizás los padres de hoy no estamos conscientes de lo que ello implica, de allí la reflexión que invitan estas palabras. Una simple imagen puede ser el caldo de cultivo para que, incluso un “amigo” o conocido, convierta en víctima de acoso, fraude o grooming a nuestros hijos con consecuencias que van mucho más allá de una mala experiencia o pérdida material; el acoso que empieza en la red puede llevar hasta la muerte.