Hermann von der Meden
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Dedicarse a la publicidad, puede ser la más divertida de las profesiones; puede proporcionar grandes satisfacciones profesionales, personales y a veces económicas, pero es también una de las actividades que mayores esfuerzos físicos y mentales puede exigir. Esfuerzo físico, porque el publicista debe estar preparado para correr tras el cliente o su producto, a la hora y al lugar que sea, sin importar si es de día o de noche, si es o no día laboral. Debe estar cerca de la producción de las campañas sin tomar en cuenta si está de buenas o de malas, si está cansado o relajado, si tiene o no otros compromisos personales. En esta profesión no hay horario ni calendario.
Esfuerzo mental, porque el publicista debe participar activamente, junto con sus colegas creativos, de medios, servicio al cliente, etc, en la elaboración de las ideas y estrategias; no de una, sino de varias campañas a la vez, sin detenerse en consideraciones tales como “se me fundió el foco”, “no se me ocurre nada”, y sin permitirse caer víctima, pues la publicidad es una actividad de tiempo completo que, además, involucra las más diversas disciplinas.
El buen publicista debe conocer los aspectos fundamentales de todos los elementos relacionados con su actividad; debe tener nociones de cine y de fotografía. Debe conocer el arte de la buena redacción de textos, tener una amplísima cultura general así como suficientes conocimientos sobre pintura, música, videos, teatro y todo aquello que sirva para ampliar sus horizontes creativos y su visión sobre el mundo en el que le ha tocado vivir. Estar al tanto de la tecnología, de Internet, nuevos medios. Saber escribir desde un pequeño texto para un rizador de pestañas, hasta una campaña para el más sofisticado software. El publicista debe estar siempre atento a todo cuanto ocurre en el cine, en las artes, en la moda, la ciencia y los deportes, e incluso en la política. Es una especie de todólogo.
Sin embargo nada de eso sirve si no se desconecta de la computadora e internet y sale a la calle, donde realmente está el consumidor. Donde se vive el día a día y que ofrece elementos, historias, situaciones, hábitos, frases, lenguaje, ideas, referencias, etc., que pueden y deben ser aprovechados con fines publicitarios, y que pueden inspirar la creación de conceptos y enfoques que implican una visión renovada acerca de una misma idea.
La mente del publicista no descansa y debe siempre estar abierta a todo aquello que pueda ser útil a su actividad, que sirva para estimular su imaginación y ensanchar su visión conceptual y su creatividad.
Y finalmente tener una actitud de servicio. Saber tratar y lidiar con todo tipo de gente y clientes, desde el más prepotente hasta el más cordial. Desde el experto que aporta en cada junta y hace crecer cada idea, hasta aquel que sólo tiene comentarios negativos. Aprender de los errores, ser servicial pero nunca servíl. Ser muy organizado y sumamente curioso. Innovador y muy creativo sea cual sea el area de desarrollo.
Si aún así, amigo estudiante, quieres dedicarte a esta maravillosa profesión, adelante. Siempre se necesita sangre fresca, talento y ganas.