Un mago, tal vez Muggle, pero mago al fin. Logré ser invisible por varias semanas sin la necesidad de envolverme en un telar mágico. La búsqueda de mayores ingresos y nuevos clientes. Una tarea en permanente. ¿Qué tal buscar debajo de la capa?
¿Los lugares de siempre, son otros lugares? En efecto, imagina visitar un lugar al que eres asiduo, imagina un espacio que, de una semana a otra sufrió, una mutación. La experiencia que se vive en el figurado precipicio de los quirófanos. Luis, uno de los cirujanos más diestros de la perla de Occidente, –en tres días estarás como nuevo. El primer parpadeo con un sol artificial sobre tus ojos, acompañado de susurros que no tienen nada que ver con el estrés de uno de sus clientes sobre del duro retablo de las cirugías.
-No fue lo que esperábamos, “pero en seis semanas serás otro”, este baldazo de agua tibia que pareciera el reposo obligado que creías desear, se convierte, al paso de los días, en un asfixiante pozo de agua helada. El primer encontronazo con la nueva realidad (temporal); llegar a un aeropuerto del que eres cliente habitual, y descubrir que transitar por tus carriles ya no es posible, los escalones miden tanto que el trayecto asemeja una pista con vallas, te percatas que tu camino es un tobogán en el que no solo habrás de sortear machuelos y guarniciones de banqueta, sino que también deambulas en un paisaje paralelo, tú, vas lento como en otra dimensión, das cuenta de la prisa con la que todo se mueve y cambia de lugar, el taxi no puede estacionar en donde siempre estaciona, resulta que requieres desembarcar en alguna de las rampas invisibles, que no puedes bajar del auto en doble fila, que las escaleras eléctricas son una aventura que no vivías desde tu primer montaña rusa.
La invisibilidad del pequeño mago en la ficción de Hogwarts, no debió ser una capa, podrían haber sido un par de muletas, a través de estas logras ser invisible en cada ecosistema al que creías pertenecer de facto. Darse cuenta que, en tu restaurante favorito, en tu mesa favorita, el aditamento de las muletas no es una opción. Solicitar el servicio de taxi, y llevar una de las muletas saliendo por la ventana. ¡Qué cosas¡; en esta octava semana de llevar la capa de Potter bajo mis brazos, al fin logré bajar de mi auto sin ese par de estacas gigantes de aluminio y abrir la puerta de mi desayunador favorito en la ciudad de Mérida. Además de recibir un par de señales con los pulgares levantados de Gaby y Jónathan, dos pares de ojos para los que no fuimos invisibles en estos ocho jueves; aunque el mayor logro ha sido abrir la puerta sin ayuda, y no utilizar la empinada rampa de la entrada.
Un par de gafas nuevas como aquellas del anuncio; “ojos de águila” un par de cristales para ver lo mismo, pero verlo de distinta manera, un matizador que nos ayude a redescubrir lo nuevo dentro de lo viejo. La búsqueda fútil de nuevos territorios quizá habita en lo que conocemos y tratamos de ignorar inconscientemente conscientes.