El aburrimiento de Pedro, el pequeño cuidador de ovejas: ¿cuántas veces y de un modo involuntario tratamos de ser el pequeño Pedro de nuestras organizaciones? Un poco de caos no le viene mal a nadie. Una de las funciones de la dirección podría ser la de provocar pequeños movimientos telúricos en los equipos de trabajo.
El ritmo al que las cosas se mueven en nuestro entorno va rebasando de poco en poco, al movimiento de la propia organización, y sin dar cuenta de esto, vamos perdiendo terreno respecto de los clientes y sobre todo cedemos espacios a los competidores del sector. Momentos en los que parecemos perder ese toque mágico que asumimos poseer en exclusividad.
En la narrativa de Pedro y el Lobo se ilustra de manera clara la pérdida de la pasión en el cuidador de ovejas, y mediante la invención de una fiera rompe el letargo de los vecinos de un pueblo. Sin embargo, después de dos engaños exitosos, la credulidad en Pedro se desvanece. En la narrativa el lobo al fin aparece apoderándose de tres ovejas del rebaño, y Pedro a pesar de pedir ayuda, esta vez no la recibe.
Las moralejas de esta historia se pueden abordar desde distintos matices. ¿De qué modo podemos generar un poco de caos en nuestra organización sin caer en el error de Pedro? ¿Cuál es el momento propicio para esto? El tipo de liderazgo que decidimos ejercer qué tanto nos limita o permite experimentar el caos, y evitar la “comodidad” inmanente a la zona de confort que construimos asemejando un caparazón del que no pretendemos salir por más intemperante que sea el ambiente.
Una de las analogías de la marca en los emprendimientos, podría ser la dentadura feroz del depredador en la ficción. Realmente nuestra marca es capaz de ganar espacios a través de la historia que se intenta contar dentro y fuera de la organización, o solo es una figura retórica incolora. ¿Cómo estamos midiendo el efecto de nuestra marca con los clientes internos y externos del proyecto? El recuento de las ovejas que se pierden de modo consciente o inconsciente, tanto en la cartera de clientes como en el recurso humano de la organización, podrían ser en similitud a la moraleja, uno de los pasivos intangibles que actúan como un eslabón roto en nuestra cadena de valor.