“¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención?”
El hilo conductor de las historias que se intentan contar a través de lo que tenemos. Tal vez todo se reduce a lo contenido en la famosa cuenta “T”. Sí, a esa figura retórica que de un lado se carga y del otro se abona. En este sentido, lo que “tenemos” es la explicación más simple que hasta hoy encontré para clarificar la definición de un Activo en las organizaciones y en las personas.
La cuenta del “activo” en una organización reúne y categoriza los recursos con los que se cuenta; en torno a este listado gravitan las estrategias respecto del propósito de los emprendimientos, algo que observamos con mayor claridad en las primeras etapas de dichos proyectos y sobre todo cuando existen dos o más personas en el equipo emprendedor.
Vemos cómo cada una se afianza dentro de la seguridad de su propia expertiz y en esa plataforma individual se intenta catapultar la idea. No resulta extraño en estos grupos que de manera inconsciente “la idea” se enrarece al momento de escuchar la versión de cada integrante. A veces pareciera que cada uno se enruta en un camino distinto y defiende desde su trinchera un propósito que no necesariamente coincide con el trazado por el incipiente equipo de trabajo.
La cadena de valor es, en sí misma, la única ruta a la que no podemos dejar de asirnos ante la incertidumbre, en esa cadena deberán habitar los distintos ADN de cada participante, es preciso ahí, en ese hábitat en el que la convivencia se vuelve indispensable, y en esta especie de simbiósis obligada se abren nuevas coyunturas que por supuesto son inesperadas e insospechadas.
Este trance entre la concepción y ejecución de un proyecto es en esencia la estepa a la que se refiere Hermann Hesse en los dos primeros capítulos de su Lobo Estepario. Este errático caminante de la narrativa (Harry) podría compararse al ambiente que se construye en la imaginaria de los responsables de materializar una idea.
El reto de estos protagonistas siempre estará bajo la lupa recalcitrante de la propuesta de valor, un referente que deberá ser visible en cada página y cuartilla de nuestras presentaciones. En ese “camino hacia lo increado” que H. Hesse cardinaliza en su obra, planteado como un permanente ir para delante y nunca hacia atrás.