Mi padre es ingeniero topógrafo y de niño me hacía gran ilusión acompañarlo a su trabajo, entender cómo era una jornada laboral típica e incluso, regresar cansado, pero con una gran sonrisa luego de recorrer algún predio donde hubiéramos tomado datos y mediciones que serían parte del proyecto de urbanización en turno. Todo esto en su conjunto, me hacía sentir parte de algo trascendente pero que no dejaba de ser una especie de juego pues era divertido.
Lamentablemente no todos los niños tienen la suerte que yo tuve de aprender jugando alrededor de la profesión de mi padre, pues la FAO calcula que, a nivel mundial, hay actualmente 108 millones de menores de edad trabajan en la agricultura.
Este organismo define en su portal al trabajo infantil como “aquel trabajo que es inapropiado para la edad del niño, que afecta a su educación, o que puede poner en peligro su salud, seguridad o moral” y sus estimaciones reflejan también que, en México, habrían 3.3 millones de niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años dedicados al campo.
Con estos datos como punto de partida y a manera de contraste, surge una luz gracias a la vinculación de niños y niñas con el campo, la relación con sus padres y abuelos, plagada de comprensión y cercanía.
Agromarketing y nuevas generaciones
Actualmente las marcas agrícolas son muy cuidadosas en la utilización de imágenes o referencias de menores de edad en sus mensajes pues como lo describía, la connotación negativa está al alcance de una palabra o imagen incorrecta en su contexto y nadie en su sano juicio querrá ser recordado como un impulsor del trabajo infantil.
A pesar de lo controversial que puede parecer el tema, me permito compartirles algunas formas exitosas que hacen referencia respetuosa y profesional a los menores de edad.
- Legado: El poder de los mensajes e imágenes de abuelos, padres y nietos interactuando, suele incluir dos elementos que son parte del ADN de la agricultura: las emociones y la historia familiar que los arraiga al campo. Recordemos que la agricultura es una actividad con muchos simbolismos como aquel que habla de que el grano sembrado hoy es probablemente parte de la herencia de los antepasados y eso establece una inexplicable conexión digna de ser resaltada.
- Familia: “Aprendí a manejar el tractor a los 15 años aunque hice mis ‘pininos’ desde los 12” me compartía un buen amigo agricultor de Sinaloa. De cualquier modo, esta fue una de muchas otras aventuras para los nacidos en el campo en las que la actividad agrícola se constituía como la oportunidad de convivir con hermanos, padres y abuelos. Y este es un elemento que rompe el paradigma de que esta es una labor mas racional que emocional pero sistemáticamente los estudios de mercado muestran que el orgullo de que las nuevas generaciones se integren a la labor que ha alimentado a sus familias por generaciones.
- Futuro: “No estoy seguro de que mis hijos sigan mi camino en la agricultura, pero de que van a aprender, no tengo duda” me dijo otro amigo mientras generosamente me compartía un video donde retaba a su hijo a hacer una maniobra en el tractor mientras estaba sembrando garbanzo. Visibilizar que este es un negocio de trascendencia y futuro siempre permite una línea narrativa que conecta con nuestras audiencias de manera definitiva.
- Inclusión, el tema pendiente: Quizá por la carga cultural, por el machismo en algunos casos, la incorporación de niñas e incluso mujeres en la esencia de comunicación de la agricultura, es un desafío que no se ha destrabado y que genera a los agricultores respuestas diferentes de aceptación. La inclusión es responsabilidad de todos y es un terreno que se debe explorar para visibilizar a las mujeres que, en otras latitudes, tienen roles de más protagonismo en las fincas que en nuestro país.
SEMBRANDO REFLEXIÓN
Con una lectura distinta respecto a otras industrias, con la necesidad de tomar las necesarias precauciones, el campo y los menores de edad se convierten en un reto intelectual y creativo para los agromarketers que gozamos de comunicar y transmitir las emociones y razones para creer en las ofertas de valor de los agroinsumos.
Gracias por leer esta columna y como siempre, la abierta invitación a seguir conectando en @soyjuanbecerril en Twitter e Instagram.