Por segunda vez en el año, Nike inyectó fondos de su filial en Argentina. Lo había hecho a principios de año, cuando desembolsó unos U$S 71 millones y lo volvió a hacer ahora, con otros 40 millones más.
Las decisiones del gigante estadounidense de la moda y la indumentaria deportiva se producen luego de que el año pasado la filial argentina tomara el control de sus operaciones en Chile.
En efecto, en agosto de 2017, Nike liquidó su base en Santiago para trasladar toda su estructura a Buenos Aires.
En Argentina, donde tiene 20 puntos de venta exclusivas de su marca, viene generando noticias con la reubicación y cierre de tiendas, al igual que con la remodelación de otras.
Las decisiones en el Cono Sur están en línea con lo que la marca hace en el resto del mundo: una reestructuración corporativa que busca concentrar en sólo 12 ciudades todas sus operaciones en el mundo.
El objetivo es optimizar costos y proveer productos a mayor velocidad a la que lo está haciendo en la actualidad. Es que los números no son buenos: en los primeros nueve meses del último año fiscal, pese a que las ventas crecieron, su rentabilidad cayó, lo que las máximas autoridades de Nike ven como “problemas de estrategia”.
Según los analistas de Estados Unidos, la reforma fiscal del presidente Donald Trump es una de las responsables de ese retroceso.
La facturación en 2015 llegó a los 27.510 millones de euros para Nike, ascendió a 29.100 millones en 2016 y a los 20.570 millones en 2017. Si bien crecen, lo hacen a menor ritmo que lo que avanza Adidas, su principal competidor.
En paralelo, la marca inició una reestructuración de su plantel, integrado por 70.700 empleados, al que pretende reducir en un 2 por ciento.