En México tenemos extraordinarios deportistas que lejos de los reflectores que los deportes más mediáticos y populares atraen, escriben historias con base en hazañas conquistadas y retos vencidos. Uno de ellos es Damián Pizá Beltrán, conocido como, el Tiburón tabasqueño.
Nuestro Tiburón, fue el primer mexicano en cruzar el Canal de la Mancha en 1953. Para los que no están muy familiarizados con las aguas abiertas, el cruce del Canal de la Mancha es su prueba más emblemática; consiste en cruzar nadando el brazo de mar del Océano Atlántico que separa Francia de Inglaterra, que en su distancia más corta mide 33.3 kilómetros. Una meta conquistada por unos cuantos, que demanda del nadador experiencia, fortaleza física y mental, inteligencia, planeación y buena fortuna. El primer hombre que lo logró, fue el británico Mathew Webb, en el año de 1875, nadando 21 horas y 45 minutos.
Pizá escribió su hazaña cuando tenía 35 años de edad, nadando por un lapso de 15 horas y 23 minutos, el 2 de agosto de 1953. Dos años después lo hizo de nuevo, logrando mejorar su tiempo en aproximadamente 15 minutos.
Damián nació en una ranchería cercana a la capital del Estado de Tabasco el 1 de diciembre de 1917; fue el menor de 6 hermanos y desde muy pequeño migró a la Ciudad de México. Durante su niñez mantuvo una relación estrecha con el agua. En su juventud nadó en distintas albercas. Se recibió de maestro en la Escuela Normal de Educación Física.
Algunas anécdotas lo pintan de cuerpo entero: nadó en la Laguna de las Ilusiones, en Villahermosa Tabasco, donde estuvo a punto de ser atacado por un lagarto y fue mordido por una serpiente. Valiente, dinámico y persistente, fue salvavidas, cantante, locutor, modelo y actor, destacando como el doble del actor principal de la película Tarzán y las sirenas.
A través de la prensa, conoció de la hazaña que algunos intentaban y conquistaban, de cruzar el Canal de la Mancha. El sueño se alojó en su mente y se propuso intentarlo. Se preparó seriamente durante 15 meses. La recaudación del dinero necesario para costear el intento fue complejísima. Después de mucho esfuerzo llegó a Francia, entró al agua y se alimentó con jugo de naranja con miel, sándwiches de pollo y plátanos. Damián nadó y nadó, hasta que alcanzó la orilla haciendo historia.
Si hoy resulta complejo cruzar el Canal, imaginemos la complicación que representó para Damián hacerlo en aquellos años. Al regreso a su país, recibió el cariño y la admiración de muchos. La cristalización de sus sueños no trajo consigo premios económicos pero sí un gran reconocimiento por parte de quienes logramos entender la disciplina, el esfuerzo y el sacrificio que un reto de esta magnitud implica. En el 2022, soñemos e intentemos como Damián.