¿Imaginas estar en medio de la noche dando brazadas para cruzar de un país a otro, en aguas heladas en completa soledad? Me atrevo a considerar que el deporte más complejo es la natación en aguas abiertas. El reto físico y mental resulta enorme y las condiciones sobre las que no se tienen control abundan.

Antonio Arguelles es un mexicano extraordinario. Con 62 años continúa perseverando para lograr sus metas. Antonio es uno de esos perfiles que lucha todos los días por explotar al máximo los talentos que la vida le ha dado y de prosperar en cada una de las facetas que componen su vida.

Su historia me parece fascinante y ejemplar. Soñó con participar en unos Juegos Olímpicos como nadador, meta que por distintas cuestiones no pudo lograr. Nació y creció en la Ciudad de México, emprendedor y empresario que desde muy joven logró combinar el deporte, la familia y el trabajo, consolidando un perfil solvente en diferentes aspectos. En su juventud viajó a Estados Unidos para mejorar su desempeño como nadador, lo que le abrió la oportunidad de estudiar en aquel país. Triatleta y maratonista, se convirtió en un nadador de aguas abiertas que ha puesto el nombre de México en lo más alto.

Antonio tuvo un paso importante por el sector público mexicano para después concentrarse en sus acciones como empresario sin dejar de practicar deporte. Como deportista es un atleta sin igual. Ha conquistado prácticamente todas las metas de nado en aguas abiertas que cualquier hombre sobre el planeta pudiera soñar. No cuenta las calorías que ingesta, gusta de compartir con los amigos, comer y beber, sin desatender sus exhaustivos entrenamientos y sus periodos de descanso.

Hombre hipertenso que gracias al deporte ha salvado la vida, está convencido de que el pasado no puede ser modificado, el futuro no puede ser controlado y lo único que se tiene es el presente, que se debe disfrutar al máximo.

Conquistó la Triple Corona de Natación en Aguas Abiertas y los Siete Mares; es decir, ha completado con éxito el Canal de la Mancha, el Canal de Catalina, el Maratón de la Isla de Manhattan, el Canal del Norte, el Estrecho de Cook, el Canal de Molokai, el Estrecho de Tsugaru y el de Gibraltar.

En días pasados, coincidentemente, mientras en Tokio se realizaban las pruebas de nado que conformaron los Juegos Olímpicos con las que siempre soñó, Antonio Arguelles intentaba hacer un doble cruce en el Canal de la Mancha, que separa Inglaterra de Francia, con una distancia de 66 kilómetros en línea recta acumulados en la ida y el regreso. Después de años de entrenamiento, un esfuerzo extraordinario y poco más de 22 horas de nado continuo y muy cerca de alcanzar la orilla, Antonio se vio obligado a abandonar ante la amenaza de la hipotermia. Contrario a lo que se pudiera pensar, con una gran inteligencia emocional y fortaleza mental, Arguelles ha retomado esta experiencia no como un fracaso sino como un paquete de valiosas enseñanzas.

Me atrevo a asegurar que Antonio, siendo un ser humano como todos nosotros, con fortalezas y debilidades, que ha cometido errores y aciertos, ha impuesto disciplina y compromiso a su vida en todas sus facetas, estando a la altura de las capacidades y talentos que la vida le obsequió: la empresa, la familia, la filantropía y el deporte, son esferas en las que se conduce con solvencia. Qué gran satisfacción debe ser ello, el dormir sabiendo que se está haciendo todo para honrar las bendiciones que se han recibido y para aprovechar y capitalizar las oportunidades que la vida nos obsequia y las metas que nos proponemos, además, ayudando a otros.