Muchos tendemos a etiquetarnos o a etiquetar a otros con: “no ser creativo”, pero esta aseveración se aleja demasiado de la verdad.
Desde el punto de vista neurológico, existen estudios que determinan que los cerebros de las personas artísticamente creativas tienen una característica particular que contribuye a que puedan desarrollar la creatividad con mayor facilidad.
En realidad, la creatividad no se trata sólo de tener un pensamiento divergente sino también de contar con la capacidad de poder generar asociaciones y, aunque algunos científicos dicen que esto depende del ADN, otros defienden que la creatividad es algo que sí se puede aprender, ejercitar y fortalecer con el tiempo.
Quizás, no eres pintor, músico o escritor, pero eso no significa que no tienes el derecho y potencial de ser creativo. Si entendemos que la creatividad también se refiere a la capacidad y aptitud de resolver problemas, entonces todos cabemos en dicha categoría; existen metodologías y ejercicios que logran desbloquear habilidades y talentos ocultos en cualquier disciplina.
Según los hermanos David y Tom Kelley, autores del libro Creative Confidence, “la creatividad es una opción y el primer paso para obtenerla es decidir que suceda”.
Algunos se limitan y deciden que no son creativos porque se comparan con innovadores como Leonora Carrington, Steve Jobs o los Beatles; lo que no toman en cuenta es que a estas grandes mentes les tomó tiempo, esfuerzo y procesos de prueba y error antes de implementar aquello que nació como un sueño.
Si bien, viviendo en una sociedad tan pública y compartida en medio de oleadas de redes sociales, es difícil no compararse con los demás, pero justo eso es nuestra mayor limitante. Una de las claves es poder enfocarte en ti, en tus propios recursos, experiencias, emociones y deseos para encontrar tu propia inspiración, la creatividad es completamente relativa y subjetiva.
La mayoría, si no es que todas las ideas, se inspiran de otras ya existentes; la habilidad de darle un toque fresco, de mejorarlas y adaptarlas a nuevas necesidades y contextos del mercado requiere destreza, seguimiento y coraje.
Más que dones divinos, brotes de fantasía pura, o un simple flash, las características que se analizan para detectar o medir la creatividad se basan en la capacidad de:
- Redefinir problemas de nuevas maneras
- Asumir riesgos razonables
- Aceptar el fracaso como parte del proceso
- Enfrentar obstáculos
- Tolerar frustración y ambigüedad
- Confiar en uno mismo
- Dejar a un lado la pena a ser juzgado
- Atreverse
- Continuar creciendo intelectualmente
El fascinante reto de pensar “fuera de la caja” aplica a cualquier sector; en la industria del marketing es completamente indispensable. Es importante encontrar el valor y la humildad necesaria para aceptar, aprender, e incluso poder reírte de tus propios errores.
Estar dispuesto a escuchar y respetar diferentes maneras de pensar, diversas culturas; darte la oportunidad de ver, escuchar, sentir y contemplar las cosas sencillas que suceden cada momento a tu alrededor, es el inicio; complementado con lluvias de ideas en equipos multidisciplinarios, mapas mentales que te ayudan a pensar de manera sistemática, elaboración de timelines con fechas de entrega, exigen una estricta disciplina y favorecen el seguimiento para que esas ideas, que parecían ser de pronto una locura para otros o incluso para ti mismo, se puedan llevar a la acción.