Desde las fotografías que muestran un estilo de vida que a veces solo es una apariencia, pasando por aquellos creadores de contenido que eligen narrativas de entretenimiento, empresariales, de desarrollo personal, etc. e incluso los perfiles profesionales, a veces pretenciosos, donde el valor de las personas pareciera estar medido en el puesto organizacional, logros o estudios de especialidad realizados.
Si recorremos las redes donde estamos suscritos, las personas infalibles, bien presentadas, con gran capacidad para posicionar conceptos, es la constante. Lo que es interesante de esta reflexión, es preguntarnos: ¿cuándo fue la última vez que mostramos algún esbozo o probabilidad de falla? Y entrando en materia, ¿no será buena idea mostrar la vulnerabilidad de nuestra industria de vez en cuando?
Humanización del error
“Nadie vende pan frío” dice el dicho, pues con el objetivo de conquistar la preferencia de nuestro mercado, necesitamos crear historias que logren convencer a nuestros potenciales clientes, mostrando lo mejor de nuestro portafolio de productos y servicios, sin embargo, hablar de lo que no es factible ofrecer, es una manera de sincerar nuestra propuesta de valor.
Y no me refiero a las exclusiones de servicio sino a evitar la sobrepromesa e incluso, compartir experiencias donde los resultados no se logran. En el caso de la agricultura, las percepciones se enfrentan constantemente con los datos que aparecen en una bien llevada bitácora de trabajo en manos de los agricultores, en otras palabras, la vulnerabilidad es un valor entendido en la labor agrícola y aquí le comparto tres elementos que humanizan a esta industria.
Lo incontrolable: Dados los múltiples factores sobre los cuales se carece de control como las plagas, enfermedades, el precio internacional de los granos, el clima, la inseguridad, etc, el agricultor en lugar de tirarse al llanto, entiende algo que a veces las grandes organizaciones no: todo podría salir mal. Compartir esas experiencias de generación en generación, dejan a un lado la creencia de que fallar es signo de debilidad y por el contrario, tratan de disminuir el riesgo proveniente de esos elementos externos en favor de quienes heredarán los negocios agrícolas.
Fortalezas en construcción: Si usted pudiera realizar el currículum de un agricultor, tendría que incluir resiliencia y orientación a resultados como parte de las principales atributos y lejos de ver un perfil profesional que diga “gran tomador de riesgos” o “planeador estratégico” de una manera presuntuosa, en realidad el agricultor mexicano difícilmente se puede detener a sufrir el impacto de sus decisiones pues debe dedicar su tiempo a reajustar constantemente. No hay descanso.
Probabilidad: Rotar cultivos, cambiar de producto, obtener información de diferentes fuentes, son solo algunas de las acciones que en la agricultura suceden a fin de que la probabilidad juegue a favor de nuestros clientes. Lo que le quiero decir es que no solo asume que la desgracia o la falta de buenos resultados es parte de la industria, sino que incorpora factores que reduzcan el impacto de las probables decisiones que están por ser tomadas. Eso es la declaración de que la experiencia siempre jugará en favor de quien reconoce que errar es de humanos.
SEMBRANDO REFLEXIÓN
El marketing agrícola no sólo tiene la oportunidad de visibilizar esta clase de historias, sino de cumplir cabalmente su papel de traductor entre las necesidades del mercado y el de la empresa y apoyar a los equipos de investigación y ventas a decodificar estos comportamientos. SI bien los productores agrícolas tienen muy bien colocado el ego dentro de esta ecuación, siempre estarán buscando la forma de poner el aprendizaje en las manos de quienes necesiten este conocimiento adquirido a través de los años.
Un placer encontrarnos aquí y así sea la semana próxima.
