Si crees que los hábitos de consumo son siempre definidos por el propio consumidor, no es así. Si bien a final de cuentas los consumidores tienen el “poder de elegir” lo que compran, su posibilidad de decisión siempre está supeditada a la oferta existente de una industria o mercado.
Vivimos en una época en la que nuestros hábitos de consumo están fuertemente marcados por una cultura del desecho, en la que nos deshacemos sin mayor complicación de las cosas que no queremos o necesitamos. Un ejemplo es el caso de los electrónicos de consumo. ¿Te acuerdas de tu primer iPod? ¿qué le pasó? ¿dónde está tu primer celular? Cada día se desechan miles de aparatos, cuya obsolescencia o estado los vuelve inservibles ante el nuevo estilo de vida y las necesidades que se van generando en sus usuarios.
El modelo de negocio en el que muchas compañías basan su rentabilidad considera establecer el ciclo de vida lo más corto posible para sus productos, previendo así -de cierta forma- la demanda (ventas) que tendrán por parte de sus clientes en un futuro. El tema aquí es que la necesidad de reemplazo, generalmente, se debe a uno o dos componentes que al ser obsoletos o inservibles, determinan la necesidad de desecho y una nueva compra.
La gran cantidad de reemplazos de productos, si bien obedece a la ley de la oferta y demanda, genera muchos otros problemas colaterales, tanto en hábitos de la sociedad, sobre-explotación de recursos y contaminación, sólo por mencionar algunos. La generación de utilidades siempre es el factor preponderante en un negocio y, cualquier cosa que huela a vender menos o con menor ganancia suele quedar vetada en muy poco tiempo dentro de las decisiones de una compañía.
Sin embargo, las mismas necesidades del mercado, la disminución real en el poder adquisitivo de los consumidores y un cambio constante en sus hábitos también empujan a las empresas a proponer modelos diferentes de negocio para brindar opciones más adecuadas a sus consumidores.
Una tendencia interesante que ha ido surgiendo de manera paulatina pero estable es el desarrollo de productos que se integran de manera modular. Es decir, productos que se desarrollan considerando de manera individual sus principales componentes como piezas únicas y como parte de un todo. Los componentes funcionan en conjunto pero son lo suficientemente independientes para poder ser reemplazados sin afectar al resto del producto.
Los productos basados en módulos, pueden ser opciones muy interesantes, sobre todo para aquellos consumidores que son sensibles a precio y, aunque esta tendencia se da claramente en el ramo del Software y electrónicos de consumo en la actualidad, es aplicable en mayor o menor grado, prácticamente a cualquier industria.
Un excelente ejemplo de los alcances de la modularidad es Phonebloks de Dave Hakkens, que actualmente se llama Project Ara de Google y que contempla el desarrollo de una plataforma Open-Source en un teléfono inteligente de gran modularidad, el cual incluye un marco estructural de teléfono, con módulos inteligentes intercambiables y personalizables de acuerdo a las necesidades del usuario, tales como pantalla de diferentes resoluciones, cámara, teclado o una batería adicional.
Hay varias ventajas a considerar a la hora de desarrollar un producto integrado de manera modular. Entre las que yo identifico me gusta destacar las siguientes:
Disminuye costos de investigación y desarrollo
El desarrollo de productos se enfoca a módulos, no a productos completos. Una vez que se define el estándar sobre el que van a funcionar los módulos, los principales componentes se alinean a éste, por lo que se facilita la compatibilidad entre las mejoras y los componentes previos.
Permite inventarios más eficientes
Permite tener una menor cantidad de piezas en el inventario de producción. Los catálogos de componentes de los productos son menores más estandarizados y más longevos.
Ayuda a retener a tus clientes
Porque el impacto inmediato de la inversión que requieren hacer para el upgrade de un módulo del producto que ya compraron es menor a comprar un nuevo producto “completo” (que les ofrezca tu competencia). Pueden personalizar tanto como se les permita, por lo que realmente les das la oportunidad de tener lo que realmente les interesa.
Sigue siendo un modelo rentable
En el largo plazo tu cliente terminará cambiando de acuerdo a sus deseos y necesidades e invirtiendo el monto que esté dispuesto a gastar. Simplemente cambias menos transacciones de mayor ingreso, por un mayor número de transacciones más pequeñas. Al final, puedes ganar más. Los precios los determinas tú.
Ayudas al medio ambiente
Reduces los desperdicios y mejoras los hábitos de desecho. En lugar de desechar una unidad completa con todos sus componentes cada ciclo de vida de un producto, desechas solo los componentes necesarios.
Bien planeada, la modularidad puede ser una fuerte ventaja competitiva. Ofrecer a tu cliente un producto base pero con la posibilidad a mejoras continuas y parciales te puede permitir ofrecerle que pague sólo por lo que necesita. Sin embargo, la clave es la estabilidad, la simplicidad y la compatibilidad. Por supuesto que siempre existirá el consumidor que quiere todo integrado y con las mejores especificaciones pero, para todos los demás consumidores sensibles a precio la modularidad ofrece una interesante alternativa.
¿A qué productos crees que se pueda aplicar el concepto de modularidad? Comparte tus opiniones en este espacio y sígueme en Twitter @carlosluer ¡Nos seguimos leyendo por aquí!