Por Juan Cárdenas
Twitter: @Desautomatas
La semana pasada Cristiano Ronaldo fue cuestionado sobre la aversión de la gente sobre su persona y un poco molesto tras un juego en el cual fue abucheado y bastante golpeado (incluso tuvieron que darle puntadas en el tobillo al final) respondió lo siguiente: “Por ser rico, por ser guapo, por ser un gran jugador, las personas tienen envidia de mí, no tengo otra explicación”.
Sentencias como ésta provocan de inmediato reacciones igual de contundentes. Ustedes mismos tienen una opinión ya sobre esta declaración. Buena o mala, no me interesa, la declaración de Ronaldo es cierta, es la verdad. Es rico, lo sabemos. Guapo, vamos, algunas de ustedes ya están diciendo que ni tanto, o piensan que es un metrosexual, otros lo estarán tachando de nena, peores palabras incluso. Una que suelen darle mucho es “mamón”. Pero lo siento, es guapo, es como discutir si Angelina Jolie no es tan atractiva, o Brad Pitt está cacarizo. Por favor…
Y finalmente gran jugador. También es verdad. Nunca dijo ser el mejor, superior a Messi (como nunca lo ha afirmado, esos han sido los medios). El tipo es un gran jugador de fútbol, podrá no gustarles su estilo o su personalidad, “hasta el Chicharito es mejor”, bla bla bla. Es elite, es indudable y discutir al respecto no tiene sentido.
¿Por qué en México estas declaraciones molestan tanto? En todo el mundo son “mal vistas” en cierta medida, pero en nuestro país son lapidarias. Entiendo el valor de la nobleza y humildad sí, y tampoco se cuestiona, Messi justamente, también joven millonario, no guapo pero simpático y superdotado futbolísticamente a quien será difícil escuchar declaraciones semejantes. Sin embargo, ¿se dan cuenta que la existencia y personalidad de uno no invalida la del otro? La soberbia implica injuria y menosprecio por los otros. La humildad reconocer los límites, aunque también conlleva sumisión. Estos términos son delicados, no pueden ser usados a la ligera, pero sobretodo no pueden ser adjudicados.
Cristiano dijo una de esas verdades que duelen, ante las cuales queda sólo el recurso de acusarlo de “mamón”, es palabra que en México significa mucho en verdad, y representa grandes rezagos de nuestra cultura. Odiamos a un mamón porque “se cree mucho”, “es un alzado”, “pierde el piso”.
Hugo Sánchez es otro caso, uno de los mejores futbolistas que ha dado México, en su momento uno de los mejores delanteros del mundo. México no es un país que suela tener loquesea mejores del mundo, tristemente nuestra infraestructura e idiosincrasia no lo permiten. Las maneras de Hugo no fueron ni son las mejores, pero cada que él decía ser el mejor, hablaba convencido, luego iba y lo demostraba en la cancha. El sábado pasado Jon Jones campeón de Peso Semi Completo de UFC ganó su pelea de forma contundente y antes dijo en una entrevista “Si no piensas que eres el mejor, estás en el juego equivocado. Muchos grandes atletas al irse son recordados como arrogantes, si es mí caso no estaré avergonzado”. “Soy el más grande” dijo repetidas ocasiones Muhammad Ali. “Soy el más grande peleador en la historia del deporte”: Myke Tyson. Así encontrarán muchas.
¿Qué nos duele tanto de escucharlo? ¿Qué tiene de malo alguien afirmando ser el mejor? ¿Por qué no declararlo con firmeza? El deporte por supuesto ejemplifica esto abiertamente, pero debemos aplicarlo en todo aspecto. Les repito, no comparo la sencillez de unos contra la actitud más frontal de otros, ambas son válidas.
Ese miedo a triunfar, ese dejo de sumisión disfrazado de sencillez puede ser muy peligroso y nos lleva a fácilmente calificar y atacar a quien no tiene miedo. El tan aberrante grito “sí se puede”, llévenlo a sus responsabilidades diarias, cuando deban entregar una propuesta o presentación, ¿quieren escuchar a su alrededor ese grito? ¿Es necesario recordarles que sí pueden, no es obvio? Ese grito representa ese menosprecio que viene de uno mismo, y por supuesto choca contra un “Soy un gran jugador”.
En la comunicación y creatividad ese miedo será catastrófico. Se convertirá en una barrera insalvable, matará ideas antes de ser comunicadas. Ese miedo es un NO adjudicado por cada uno antes de preguntar siquiera.
No estoy a favor de la soberbia ni arrogancia, pero estoy convencido que hace falta valor, pararse sólo y erguido y actuar, dejar de culpar a las circunstancias y saber qué estamos haciendo bien, en qué somos buenos, qué disfrutamos, quiénes somos.