Un país con el tamaño del nuestro. Sí, hablo de una de las quince economías más robustas del mundo y del décimo país más poblado en el orbe, de un territorio cobijado a diestra y siniestra por aguas de mar que van del turquesa caribeño al esmeralda del golfo y de ahí al azul cielo en el mar de Cortés, un México incluido entre los diez países más visitados por el turismo, un mapa repleto de ecosistemas y tradiciones, cuántos Méxicos dentro de este México; se cuentan por decenas las lenguas vigentes y el hastío optimista de nuestra citada multiculturalidad, definirnos como Mexicanos sería probablemente la tarea de tareas para los propios nacidos en estas tierras.
De qué tamaño debería ser la afectación en un país como el nuestro, por supuesto deberá ser proporcional a la importancia de México en el mundo, un ente con el potencial de ser una de las primeras siete economías del planeta en los próximos 50 años, de ese tamaño es la responsabilidad cuando se habla de este David y su rústica arma elástica.
Asumirnos como un territorio de importancia nos toca a los ocupantes del mismo, estamos ante una gran oportunidad histórica, el anillo en nuestro dedo ha parecido grande a la vista pero tal vez sea la ocasión de procurar agrandar nuestro dedo a esta joya, y lograr como en la ficción de Tolkien que este se ajuste a nosotros.
Las opiniones leídas sobre esta crisis mundial diagnostican de lo particular a lo general, este es un buen momento para impulsarnos entre la incertidumbre y evitar que las fuerzas naturales como la gravedad decanten nuestra sensibilidad, se vale apelar al Epicureísmo y a través de esto disfrutar y sufrir, lo que no se vale es relativizarnos a esta parte sensorial y hacer de ella la única fuente de conocimiento, se vale sentir pero también se vale aprender a hacerlo.
Los datos y cosas a las que hoy estamos expuestos de algún modo pretenden educarnos y enseñarnos a sentir a través de quien escribe, hoy el reto del lector pasa más por la decodificación y menos por la comprensión, lo recomendable es alimentar el decodificador y procurar con este un engarce con la realidad válida y hacer de los hechos el origen de nuestras conclusiones, la ¨opinología¨ se está convirtiendo en ciencia exacta y aquí es donde yace la coyuntura en un estado de libertad total de las cosas, tal vez este es el inicio de aprender a ser verdaderamente libres.