Érase una vez en abril.
El diario de Winston, el protagonista de la novela de ficción 1984, inicia en este preciso mes; un diario que pretextó una de las narrativas de ficción que más se conocen y mencionan en los espacios de lectura de este género.
¿Cómo ha sido este abril para nuestro país?
Una de las marcas que poco se mencionan como tal, es la que se construye alrededor de los partidos políticos. En efecto, estas organizaciones parecen transmitir, en esencia, el valor y la identidad de una marca, lugares adonde la membresía se adhiere mediante un acto formal y en la mayoría de las veces por afinidad.
En la práctica, resulta complejo para un ciudadano permanecer ajeno a los actos de propaganda, por cierto, inmersos en fachadas ideológicas. En este sentido hemos podido dar cuenta de una atmósfera que crece en torno a este tema de discusión, pocas reuniones escapan al tema político sin importar el motivo o razón de estas.
Un mercado atendido desde hace décadas con las herramientas del marketing. La construcción de proyectos personales y de grupo han tenido una gran complejidad; imagina decir algo de alguien en el marco de un decálogo particular, como adaptar la personalidad a una matriz ideológica y circunscribirla a eso. Por supuesto, los casos de éxito y fracaso han sucedido en los distintos bandos, cosa que no es el objeto de este mini ensayo. Solo que sería fútil aislar a este gran sector de lo que una identidad de marca es en sí misma.
¿Narrar es hacer mercadotecnia? Lo cual nos encamina a una segunda pregunta ¿se puede narrar el futuro?
Esta paradoja se derrota a sí misma, ya que la narración es pasado, gerundio y jamás se describe en infinitivos. El caso de la narración de 1984 y su narrador omnisciente nos ha conquistado basado en la disrupción o ruptura de la mátrix; en qué futuro y contexto se instaló para imaginar no solo un pasado sino fabricar una línea de tiempo singular en la que solo él deambula y desautoriza a su conveniencia.
Seremos capaces de imaginar el futuro, solo con una proyección de lo deseado o la idea es tan solo un pasado concreto al que no se puede trastocar. Escuchamos por ahí que “no hay mala publicidad, toda es buena”, este roce moral del ejercicio del marketing con las cosas que pretende, ¿debe pasar desapercibido? O ¿debe ser el eje de cualquier planteamiento?
Tal vez, este repaso por la autoconsciencia corresponde a quien contrata los servicios de un despacho, o tal vez este sea uno de los principales retos en el futuro de una profesión a la que se acude con la premisa de construir el futuro de una marca que, en muchos casos, arrastra un pasado que por ningún motivo se debe tratar con indiferencia.