Por Camila González
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@GFCam
Ya no hay temas que los que surgen en las redes sociales. Ya no se habla ni se piensa en nada más. Pero lo más grave no es que los muros digitales impongan las agendas de opinión, sino que ya ni importa si son verdades o mentiras, o tonterías que a alguien sin oficio se le ocurrieron. Por ejemplo lo de la gimnasta mexicana y su peso. ¡Desocupados, irrespetuosos y envidiosos!
Y asuntos de ese estilo pasan todos los días y en todos lados. Y nosotros como máquinas, no solamente de las pantallitas hipnotizadoras, repetimos, republicamos, calificamos, comentamos. Y ahí se no está yendo la vida. Podríamos llamarlo la mercadotecnia de la estupidez, pero quiero referirme a casos en los que las redes terminan siendo plataformas de mentiras, desinformación o verdades a medias, o peor, plataformas de odio.
Les hablo de lo que está pasando por estos días en mi país, Colombia, donde andamos en el coyuntural momento histórico de hacer la paz. Pero ahora, tras publicaciones en redes sociales sobre una cartilla contra la discriminación que el Ministerio de Educación Nacional debe entregar a los colegios (escuelas), el país está polarizado, enardecido y creando más odio e intolerancia.
Quienes han querido denigrar el nombre de la Ministra, en pro de su homofobia, solo tuvieron que publicar en redes su preocupación por una cartilla que incita a los niños a ser gays y lesbianas, y “no respeta los principios de la familia como dios la creó”. Por su parte, los sensatos leen e investigan para luego comentar sobre la verdad de una cartilla que ni siquiera está aún en circulación y cuyo único objetivo es promover la tolerancia ante la diferencias (de raza, de orientación sexual, de nivel socioeconómico, se sexo, de estatura…).
La Ministra ha aclarado, pero la fuerza avasalladora de la mentira, la desinformación y la intolerancia, o mejor, el odio hacia el que no piensa o es igual a uno, han creado un tsunami de insultos, descalificaciones, amenazas e irracionalidad entre los internautas colombianos que no se sabe en qué va a parar.
¡Qué inútil es la mercadotecnia de la mentira y de la desinformación digital! Nos quita tiempo y energía. Nos enfrenta como fieras. Saca a flote, de nuestro interior, al más básico animal que solo busca reconocimiento de grupos y masas, es decir, “likes”, caritas o comentarios de solidaridad hacia nuestra opinión. Y mientras andamos todos haciendo la guerra a través de pantallitas, muchos añoramos que se haga la paz en la vida real.
Somos apenas títeres de los mares digitales, zombis. ¡Paremos! Respiremos. Leamos. Pensemos. Seamos compasivos. Respetemos. Incluyamos. Esto aplica para todos esos fenómenos como el de la deportista Alexa Moreno y el que les relato de Colombia. Como ella, son muchos los perjudicados por esos sismos de compulsión y emociones perturbadoras hechos clics.
¿El responsable? Más que los primeros en publicar el comentario misógino, racista, elitista, homofóbico, islamofóbico, etc., los verdaderos responsables somos los miles de idiotas que sólo estamos viralizando tonterías, mientras en este mundo están sucediendo cosas tan trascendentales a todo nivel.