Por Daniel Granatta
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Una de las cosas más peculiares de México, cuando llegas del extranjero, es ese suplemento de páginas sociales que forma parte a diario, de la oferta de comunicación de los diferentes periódicos que se ponen en circulación. No sé cómo será en otras latitudes diferentes a Saltillo, imagino que más variado si la ciudad es de mayor tamaño, pero en la capital coahuilense, dichos suplementos consisten en la omnipresencia de varios personajes, llamémosles A, B, C, D y E, en toda clase de evento. A saber: “A, B y C asistieron a la fiesta de inauguración de un nuevo antro”, “A, B, C y D, llegaron en su coche a fiesta de Halloween”, “A, B y D asistieron a una fiesta de despedida en casa de C y E, ya que se van seis meses de viaje a Europa”, y así ad aeternum. Siempre juntos, A, B, C, D y E son su propia red social, siempre con un fotógrafo a mano que los retrata en sus diversos eventos y un editor que diaria o semanalmente da cabida a semejante muestrario de lujos y actividades en las páginas del suplemento correspondiente, disponible diariamente por menos de diez pesos.
Luego…, luego suceden cosas terribles, secuestros e inseguridades. Y uno enciende la televisión para descubrir que la razón por la que todas estas desgracias ocurren son… las redes sociales. Encabezados por los López-Dóriga y adláteres de turno, algunos periodistas demuestran que claramente en este país tenemos la prensa televisiva que nos merecemos: por lo general, con ínfulas, desinformada, ignorante y sensacionalista, un cóctel terriblemente explosivo, que permea en los padres de A, B, C, D y E, quienes piden cautela a sus hijos cuando estén en internet, pero no ante la cada aparición semanal de los muchachos en los suplementos de páginas sociales locales.
Claro, quizá son López-Dóriga y los adláteres que se toman a sí mismos tan en serio, los cronistas que necesita la sociedad quienes representan A, B, C, D y E. Es así como uno descubre por qué el mejor analista político del país se viste de payaso, la única manera de hablar de cosas serias sin tomarlo a uno tan en serio para que le dejen hablar de cosas serias.
Afortunadamente, y como estamos en estas épocas navideñas, aquí les traigo un sitio que les va a encantar y también les puede ser de mucha utilidad a la hora de explicar todo aquello que a diario hacemos online a veces tan complicado de explicar o resumir en unas palabras a alguien que no está familiarizado con ello, como por ejemplo, López-Dóriga; como muestra, este video que toca el concepto de Social Networking:
Bajo el paraguas de la expresión in plain English, el anterior y otros videos que explican qué son y cómo funcionan las redes sociales, los wikis, Twitter o la tan nombrada nube y el subsiguiente concepto de Cloud Computing pueden encontrarse todos en Commoncraft, el sitio de una compañía dedicada a explicar de forma divertida y didáctica lo trascendente y profundo de este mundo cada vez más conectado (no dejen de echarle un vistazo al resultado de la búsqueda de Commoncraft en Youtube, con mucho material adicional)
Los contenidos de un sitio como Commoncraft son interesantes por lo que son, pero también por lo que revelan: que las herramientas virtuales son una consecuencia (y no causa) de comportamientos que ya se dan o incuban entre los usuarios. Así, si en 2004 a nuestro correo podían llegar tanto videos delirantes como éste o parodias más delirantes aún, podemos estar todos de acuerdo en que no es descabellado crear un sitio donde todo ese material pueda convivir, y así tenemos YouTube. O como sucedió con Twitter, donde el concepto de RT (retweet) o la forma de crear respuestas a otros usuarios, al utilizar la nomenclatura @nombre_usuario, nacen de la propia utilización que los usuarios hacen de la herramienta, lo que obliga a ésta a actualizarse para adaptarse al uso que aquellos le dan.
Como consecuencia, en este caso para marcas y empresas, el ser 2.0 etc, etc, no tiene nada que ver con usar AJAX como lenguaje de programación en su sitio web corporativo ni con abrir una cuenta en Twitter o una página de fan en Facebook como fin último, sino simplemente como medio. Lo 2.0, si es que aún se le quiere llamar así, es un paradigma o una filosofía, (nunca una tecnología), que tiene que ver con procesos resultantes no sólo de ser proactivo, sino también de estar dispuesto a escuchar, hasta lo que no nos guste, y es ahí donde las herramientas tecnológicas nos ayudan.
Un ejemplo muy simple, la semana pasada terminé mi columna en un aeropuerto, camino de San Diego, donde tenía que impartir el último módulo de un Diplomado. El primer día de clase, antes de llegar a la Universidad de San Diego (lugar donde el Diplomado tenía lugar), pasé por un Starbucks local, donde descubrí, en la parte donde uno toma servilletas o le pone azúcar o canela a su café, un montoncito de tarjetas del gerente de la compañía en el distrito que animaba a los usuarios a enviarle su feedback sobre esa tienda concreta y si el trato había sido bueno o malo, así como si creían que se podía mejorar su experiencia al comprar o tomar un café o productos relacionados.
No había dirección de Facebook, no había cuenta de Twitter, sólo un teléfono y una dirección de correo electrónico, y sin embargo, todo parecía tan cercano que me animé a escribirle unas líneas, para felicitarle por la iniciativa de su empresa. No pasó ni un solo día cuando ya tenía su respuesta, tan cordial, en mi buzón. Qué bueno poder escuchar con voz humana a una compañía, en vez de recibir una voz robótica y corporativa que nunca se sale de las directrices marcadas. Y para ello, hasta una modesta cuenta de correo electrónico es más que suficiente, porque al final, lo humano de una compañía no proviene de las herramientas con las que se comunica, sino de la voluntad y esencia de sus mismos empleados.
