Por Camila González
@camilaglz
Meditar se hace una experiencia cada día más común, es tanto como orar, es orar, pero de otra forma. Esa inmersión de la práctica meditativa en nuestro mundo occidental ha tenido costos, dificultades, inmensas ganancias, así como significados ya indelebles en la cultura. La publicidad los ha tomado y se apoya en sus códigos y símbolos para querernos decir ciertas cosas. Un spot de Coca Cola, uno de Clight y uno de Sony –tomados de Huellas de la publicidad- meditan para posicionar sus marcas, ¿de qué van y por qué usan esta estética de yoga?
Clight, más allá de lo light y de sus bajas calorías se une a esta tendencia de búsqueda interior como un complemento del contexto zen y natural. Esta bebida parece no querer agotarse en cuidar la línea, también quiere dirigirse a personas espirituales, que buscan armonía. La música de relajación y el símbolo del yin y el yang sostienen su propuesta a otro nivel. Soy light y busco mi centro, tomo Clight, suena bien… suena.
Coca, con una propuesta insolente, rompe un ritual de yoga con un conocido y pagano ritual de la vida: Coca Cola combate la sed y el calor con una maestría inigualable. Al final, con gracia, el refresco se pone a un nivel superior al comparar dos rituales sin lugar a dudas distintos, pero intensos. Tomar una Coca, de alguna manera, se equipara con las bondades de la respiración y las posturas de yoga, una caricatura irreverente, pero ¿a quién que tome Coca no le hace cierto sentido esto?
Una de las líneas de producto más avanzadas de Sony, su sonido fiel y nítido, se retrata ni más ni menos que como una herramienta para la elevación. La pureza de su resonancia podría poner a levitar a cuantos melómanos y oídos sensibles se prestaran. Sí, es una escena muy gráfica, tanto que incluso, a mi parecer, lo de “trastorno mental transitorio” ya estaba dicho por las imágenes. Al final, no hay una sola forma de elevación, ¿cierto?