¿A quién creerle? Este fin de semana el presidente Andrés Manuel López Obrador publicó un video en su cuenta de Twitter durante la supervisión de las obras para la movilidad hacia el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). En el video, el presidente junto con otros funcionarios recorre el terreno en un vagón de tren o, al menos, eso parecía hasta en el segundo 56 en las ventanas dejan de verse los terrenos y se ven completamente blancas.
Ante ello, ni tardo ni perezoso, el expresidente Felipe Calderón acusó de montaje el recorrido, pues, según él, no existe dicho tren. Calderón representa la oposición al presidente y, por lo tanto, su comentario se reduce a eso, a una crítica desde la política que puede ser que influya en ese círculo, de hecho, el expresidente borró después de unos minutos su tweet.
Por otro lado, el presentador de noticias Joaquín López-Dóriga (su community manager o equipo de creativos) también se refirió al tema: “Subieron a @lopezobrador_ en un simulador. Y lo dio como real. Así la #4-T… Y todos felices. El vagón ni se mueve”.
Él tiene 7.8 millones seguidores en Twitter y sus mensajes alcanzan hasta 1.7 millones de interacciones, de acuerdo con la consultora Story Baker. López-Dóriga tiene 54 años de trayectoria y sin duda cada uno de sus mensajes tiene impacto y una enorme responsabilidad periodística misma que, por lo visto, queda de lado ante la posibilidad de tener más y más followers.
Del mismo recorrido hubo más videos en los que se ve que el tren y el recorrido es real, claro que no se trata de un medio de transporte que hasta ahora sea masivo, pero existe con riel y todo y lo de las pantallas pudo haber sido un efecto de contraluz, polvo, el paso por un puente… podría haber mil explicaciones que el comunicador no consideró antes de lanzar su mensaje en la red social.
Más allá de si existe el tren o no, los representantes de medios de comunicación importantes han dejado de lado la máxima y única del periodismo: confirmar. Seguramente esa es una de las razones por las que el país es una de las pocas naciones donde la confianza en los medios de comunicación va a la baja y se sitúa en el 37%, dos puntos menos que en 2020 y 11 puntos menos que en 2019, según según Reuters Institute.
Está claro, las redes sociales no son una fuente fidedigna, pero detrás de ellas hay personas como López Dóriga en las que deberíamos poder confiar dado su bagaje y experiencia, sin embargo, existen publicaciones como la anterior que dan indicios de que no es así y que dan pie a los constantes ataques generalizados al gremio (no justificables), por parte del presidente.
Los periodistas se han ganado a pulso su nombre y su responsabilidad es mayúscula, ellos, a diferencia de los influencers que tienen como principal objetivo la creación de contenidos creativos al margen de los intereses de marcas comerciales, tienen el compromiso de escribir con rigor, bajo el contraste de fuentes bajo la línea editorial de su medio, si es el caso.
La línea es delgada y existen periodistas que ahora son influencers (no así al contrario) y que no deberían de perderse en el mar de la primicia o en el opinar por opinar sólo para mantener a los seguidores fieles a la cuenta.
Los consumidores de noticias debemos ser inteligentes y considerar los siguientes puntos para saber si estamos ante una noticia falsa, el primero de ellos es identificar el origen de la noticia, si es creada por un periodista o por un medio de comunicación. Como en el caso del tren, es claro que López Dóriga no estaba en el lugar de los hechos, que tampoco estaba un reportero que pudiera confirmarlo.
Además, se deben medir los adjetivos que se emplean y dudar de la veracidad cuando se contabilice al menos uno. Analizar si las imágenes o los videos corresponden al lugar y al tiempo acordes con el tema mencionado y preguntarse quién genera la noticia y sobre todo para qué.
Podría parecer algo sofisticado, pero no lo es, se trata de práctica y de entender que los políticos mienten, algunos más que otros, pero también los medios de comunicación y “periodistas” lo hacen, y algunos son más burdos que otros.