No es extraño que a las personas que nos dedicamos a analizar y a estudiar aspectos relacionados con el Marketing Político nos lleguen ofertas formativas de prestigiosas universidades en las que de entrada te hacen las siguientes preguntas para saber si pueden despertar nuestro interés en los estudios que se ofrecen:
¿Quieres aprender cómo realizar una campaña para lograr ganar elecciones?
¿Deseas conocer las claves para ser un político bien valorado?
¿Te gustaría lograr los conocimientos que te permitirán convertirte en asesor de alcaldes, diputados y presidentes?
Después, lógicamente, nos dicen que si hemos respondido SÍ a dichas preguntas nos apuntemos al máster, curso o conferencia relativa al tema.
El concepto del “Marketing Político” parece cobrar cada día una dimensión de mayor peso tanto para el mundo de la política como para el mundo del Marketing. En el ámbito político cada vez se invierte más en contratar a prestigiosos “gurús” del sector de la mercadotecnia que ayuden a un determinado candidato a posicionarse como la mejor opción de cara a los electores. Por su parte el sector del Marketing cada vez pone a merced de la política herramientas más sofisticadas y hasta enrevesadas que les permitan lo mismo; lograr que el candidato para el que trabajan sea la opción elegida por la mayoría del electorado.
Sin embargo este concepto de “Marketing Político” que comenzó a usarse como tal en Estados Unidos a mediados de los años 50, no es más que eso; un concepto relativamente nuevo que permite definir con nombre y apellido lo que ya venían haciendo importantes hombres de la política desde la época del Ágora.
A veces no entiendo tanta literatura vertida para definir lo que el concepto de “Marketing Político” encierra; al fin y al cabo esta disciplina no consiste nada más que en aplicar la famosa regla del Marketing MIX a un determinado “Producto” que en este caso se llama “candidato”.
Resumiendo, en el Marketing Político tenemos un “Producto” llamado “Candidato”, al cual hay que posicionar en un breve periodo de tiempo (Lo que dure la campaña electoral) en la mente del mayor número posible de “compradores” (Electorado). Creo que no se puede ser más reduccionista al definir lo que es el Marketing Político.
Podemos añadir un par de párrafos más si especificamos que el objetivo de la campaña de Marketing político es que dicho “electorado” “compre” la propuesta política que le ofrece dicha campaña y que la elija entre todas los demás.
Lo que todavía está sin resolver dentro de la literatura referente al Marketing Político es esto:¿Cuál es el verdadero “producto” de las campañas de Marketing Político?. ¿El candidato?, ¿La persona que representa al candidato?. ¿El Partido Político al que representa el candidato? .
Sé que pensaréis que son cosas diferentes y que una campaña de Marketing Político puede estar orientada a promocionar a “un candidato” y otra puede estar orientada a promocionar una determinada opción política.
Pero en cualquiera de los dos casos: ¿Dónde están las “personas”?. ¿Dónde queda el lado más humano y la verdadera esencia del candidato o de los candidatos que representan a una determinada opción política?
Ya vivimos hace años, allá por los años 70 y 80, la época dorada de la publicidad, cuando todavía la gran globalización que luego traería Internet “cojeaba” y las estrategias de cualquier tipo de Marketing eran solamente unidireccional.
El resultado era que el que era; aquellos partidos políticos con más medios de financiación podían contratar a los mejores gurús del Marketing para hacer de ellos un “producto ganador”. No existían las “personas”
Las cosas han cambiado mucho en las tres últimas décadas: los consumidores (electores) ya no son tontos, como se llegó a pensar en su día; Internet y la globalización han supuesto una revolución a favor de estos últimos, que pronto se dieron cuenta de que ahora podían acceder a un sin fin de información que les ofrecía otras versiones diferentes sobre una misma realidad.
El consumidor, ya no sólo no es tonto, sino que además quiere “la verdad”. Y sobre todo quiere saber quién hay verdaderamente detrás de ese bonito “envoltorio”. De esa máscara “construida” únicamente para “vender”. ¿Quién y cómo es esa “persona” que me intentan “vender”?
Por muy potentes o sofisticadas que sean las herramientas utilizadas dentro de una campaña de Marketing Político, creo que no existe sondeo de opinión, ni spot televisivo, ni campaña de imagen suficientemente potente como para hacer que el público deje de preguntarse algo fundamental ¿Cómo sabré yo si ese candidato/a será un buen tipo?. ¿Cómo sabré yo si este señor es alguien que defiende entre sus valores la honestidad?. ¿Cómo sabré yo si este señor que promete defender mis intereses es lo suficientemente humilde como para rectificar en caso de que cometa errores?.
El límite de las estrategias del Marketing Políticos no parece tener límites y es por todos sabidos que hay gurús dentro de este ámbito de trabajo que contratan para sus campañas a expertos en Psicología y a expertos en Neuromarketing para que ayuden a sus candidatos a transmitir valores y cualidades personales tales como la humildad, la honestidad o la lealtad. Sin embargo, estos expertos parecen haberse olvidado de que todos, absolutamente todos los seres humanos somos expertos en detectar mentiras y somos expertos en concluir, a golpe de intuición, que existen contradicciones entre lo que nos cuentan y lo que percibimos.
Humildad, honestidad y bondad humana son cualidades que no se pueden construir de la noche a la mañana y que no se pueden transmitir, ni percibir por lo tanto, cuando realmente no existen.
La pregunta es muy sencilla. ¿Por que en lugar de complejas y a veces “oscuras” estrategias de Marketing Político, no se ofrece a los candidatos la posibilidad de adquirir conocimientos que les hagan crecer personalmente y les ayude a ser mejores personas?
Siempre he pensado que las personas trabajamos como somos y en el caso de los políticos no es diferente.
Centremos el Marketing Político en estrategias que funcionen a largo plazo y dejemos de prestar tanta atención a estrategias sofisticadas que si bien permiten “confundir” al electorado a corto plazo terminan por defraudar y desilusionar cuando quitamos el papel y vemos que debajo de ese “bonito envoltorio” no había nada.
En definitiva no estamos pidiendo más que lo que ya nos enseñó hace años el señor Dale Carnegie en su best seller “Cómo ganar amigos e influir en los demás”. Carnegie decía : “Se pueden ganar más amigos en dos meses si se interesa uno de verdad por los demás, que los que se ganarían en dos años si se hace que los demás se interesen por uno”.