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Musk, cofundador de OpenAI, acusa a la organización de haberse alejado de su misión original.
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La disputa no solo tiene consecuencias legales, sino que podría redefinir la dirección del desarrollo de la inteligencia artificial, afectando su accesibilidad.
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La tensión creciente pone en duda el futuro de OpenAI.
La batalla por el control del desarrollo de la inteligencia artificial (IA) se ha intensificado con la inesperada alianza entre Mark Zuckerberg y Elon Musk, quienes pretenden enfrentar a OpenAI, quien se ha mostrado como líder indiscutible gracias a ChatGPT.
Como contexto, hace algunos años atrás, en el 2015, Elon Musk co-fundó la famosa compañía de tecnología OpenAI, una organización que se destaca por identificarse como una compañía sin fines de lucro dedicada a la investigación y el desarrollo de inteligencia artificial. Otros co-fundadores fueron Sam Altman, quien ahora es CEO de OpenAI. No obstante, tres años después, Elon Musk decidió abandonar su cargo de la compañía ya que no resultó ser como él pretendía, empezando porque la organización se veía sin ánimo de lucro, por lo que ahora el enojo del magnate es que todo parece indicar lo contrario.
Según Statista, la compañía OpenAI se encuentra entre las empresas emergentes de aprendizaje automático más financiadas del mundo, con una financiación de más de mil millones de dólares a partir de enero de 2023. Es evidente que la gran parte del éxito de la empresa proviene de sus dos proyectos lanzados más recientemente, Dall-E y ChatGPT.
Mark Zuckerberg se une con Elon Musk para combatir a OpenAI
Según informes de TechSpot, la controversia gira en torno a si OpenAI debería permitir su transición hacia un modelo con fines de lucro, lo que podría tener repercusiones significativas para la industria de la IA y el equilibrio entre los intereses altruistas y comerciales en la tecnología.
Es así que, Meta Platforms, la empresa matriz de Zuckerberg, se ha sumado a la campaña liderada por Musk, pidiendo a la Fiscalía General de California que frene los planes de OpenAI para convertirse en una entidad con fines de lucro. Esta solicitud coloca a Meta en el mismo bando que Musk en un conflicto que enfrenta a dos gigantes tecnológicos con visiones opuestas sobre el futuro de la IA.
Mientras tanto, OpenAI ha intentado calmar los temores expresando que, de ser aprobado el cambio, mantendría una división sin fines de lucro que aseguraría que su misión de desarrollar inteligencia artificial para el beneficio de la humanidad siga siendo una prioridad. Sin embargo, las dudas persisten sobre el verdadero impacto de esta reestructuración, especialmente después de que Musk, quien fue cofundador de OpenAI, acusara a la organización de haberse alejado de su misión original y de estar demasiado influenciada por su mayor inversor, Microsoft.
Este choque no es solo una disputa legal, sino una batalla por la dirección que tomará la inteligencia artificial en los próximos años, donde intereses económicos y éticos se cruzan en una lucha que podría cambiar las reglas del juego en Silicon Valley y más allá. La unión entre Zuckerberg y Musk es un movimiento estratégico para garantizar que la IA no se convierta en una herramienta dominada por un pequeño número de corporaciones, sino que se desarrolle bajo principios que aseguren su beneficio social y su accesibilidad global.
“La conducta de OpenAI podría tener consecuencias trascendentales para Silicon Valley”, afirmó Meta en una carta. La empresa explicó con más detalle las posibles consecuencias, sugiriendo que si el nuevo modelo de negocio de OpenAI se considera válido, podría conducir a una situación en la que “los inversores sin ánimo de lucro obtendrían el mismo beneficio lucrativo que aquellos que invierten de forma convencional en empresas con ánimo de lucro, a la vez que se benefician de las desgravaciones fiscales concedidas por el gobierno”.
“Cuando no obtuvo la mayoría del capital social y el control total, se marchó y nos dijo que fracasaríamos”, escribió OpenAI.
En este contexto, el futuro de OpenAI parece cada vez más incierto, ya que la tensión crece y la industria observa atentamente cómo se resuelve este enfrentamiento que podría definir el rumbo de la inteligencia artificial en las próximas décadas.