La edad, hábitos de consumo, contexto, nivel de digitalización y oros factores han propiciado la clasificación de grupos de población como los milenial, los centenial, la generación X y otros más. A ellos se suma una nueva clasificación, basada en características de un segmento poblacional con hábitos y aspiraciones diferentes a las que antes tenían sus similares: los llamados sexalescentes, adultos que tienen entre 60 y 70 años. Una clasificación que involucra a los denominados eternos jóvenes, tanto de cuerpo como de espíritu, que son felices manteniéndose vigentes en diversas actividades. Ven su realidad desde otros puntos de vista y de una manera distinta a la visión que proyectaban cuando tenían la mitad de su edad.
Solo trabajan en lo que les gusta, su tiempo libre lo consideran extremadamente importante para realizar deportes, asistir a eventos, compartir con su familia y amistades. Y muchas cosas más que hace años, la gente de esa edad no soñaba con disfrutar.
Recuerdo que cuando niño, unos seis u ocho años, mi hermano y yo le decíamos viejos a personas que tenían 30 o 35 años. Y a los verdaderos ancianos, les llamábamos abuelitos. Para nosotros, en ese entonces un sexagenario de plano estaba ya viviendo horas extra.
En la actualidad, no hay viejos de 60 o 70 años. Ahora, todo depende de cómo se sienta cada quien. Y lo mejor de todo, es que aquellas personas que superan esas edades, pero están activas, física y mentalmente, forman parte del espectacular grupo que se denomina sexalescencia.
Aunque la palabra sexalescencia no está en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, algunos especialistas y estudiosos han presentado algunas definiciones. Todos coinciden en afirmar que se trata de aquellas personas que tienen una edad comprendida entre los sesenta y setenta años y se niegan a ser sexagenarios. Prefieren ser identificados como sexalescentes, que vendría a ser como un sinónimo de “adolescentes a los 60”. Y no por moda o por negarse a envejecer. La explicación de muchos se basa en el hecho que se sienten otra vez adolescentes. Tienen vivo el deseo de hacer lo que quieren, porque su cuerpo y su mente se encuentran en las mejores condiciones para superar sus metas.
El doctor Manuel Posso Zumárraga dice que los sexalescentes “son hombres y mujeres que manejan las nuevas tecnologías, modernos, progresistas, con ganas de disfrutar de la vida, aprender, colaborar con la sociedad, viajar, conocer gente nueva, y ser dueños de su destino, renunciando a la ubicación como personas de la tercera edad”.
Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra sexagenario, porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición, en su momento, de la adolescencia, que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del Siglo XX.
Este nuevo grupo humano ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura le dio durante décadas al concepto del trabajo.
Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso.
Debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía.
La mujer sexalescente pudo sobrevivir al deseo de poder que le dio el feminismo de los 60 y pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio “yo”.
Los sexalescentes no son personas detenidas en el tiempo. Manejan las computadoras y los smartphone con destreza. Se escriben y se ven con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se preocupan por cambiarlo.
A diferencia de los jóvenes; los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, cultivan su propio estilo. No envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, ni ellas sueñan con tener la figura de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia. Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía no tiene nombre, antes los de esa edad eran viejos, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgia.
Los sexalescentes hoy celebran el amanecer cada mañana y sonríen para sí mismos muy a menudo. Hacen planes con su propia vida, no con la de los demás.