Martin Amis afirma en uno de sus libros que āVivimosā¦ una especie de ContrailustraciĆ³nā, lo que ahora conocemos como populismo, movimiento que supuestamente atiende y responde āa los intereses y las opiniones de la gente de a pieā. Los populistas sostienen que āla gente de a pie sabe lo que le conviene; las multitudes son sabiasā.
JosĆ© Woldenberg evoca el origen del populismo en la ācontrailustraciĆ³nā, movimiento que surgiĆ³ en la Alemania de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX contra el racionalismo, el universalismo y el empirismo comĆŗnmente asociados con la IlustraciĆ³n, que atacĆ³ los enciclopedistas e hizo una guerra sucia para impedir la difusiĆ³n de las ideas de la IlustraciĆ³n en la segunda mitad del siglo XVIII.
Amis dice que vivimos una potente ola en sentido contrario y que ella es el nutriente de eso que denominamos populismo, una expresiĆ³n polĆtica que prescinde del conocimiento y la razĆ³n para expresar supuestamente los intereses y opiniones de la gente de a pie, es decir, el sentido comĆŗn instalado.
Durante muchos aƱos las izquierdas y derechas de matriz ilustrada intentaron apoyarse en los conocimientos certificados de la Ć©poca para delinear sus propuestas y polĆticas. Pero ello estorba al populismo, porque Ć©ste se apoya, expresa y explota todo tipo de emociones para robustecer su poder. La razĆ³n puede resultar un estorbo. Por ello, los gobiernos populistas de izquierda o de derecha siguen el mismo modelo de comunicaciĆ³n, que RubĆ©n Aguilar Valenzuela resume en 10 puntos:
- Utilizan medios directos para comunicarse. Pueden ser las redes sociales, las conferencias de prensa o las cadenas de radio y televisiĆ³n. Esto con el propĆ³sito de establecer un contacto cercano y de primera mano con sus seguidores y tambiĆ©n de minimizar el papel de los medios independientes.
- Establecen la agenda sobre lo que se discute en los medios. Todos los dĆas saben dar la nota. Es parte de sus habilidades. AsĆ logran que de manera permanente, incluso intensa, los medios hablen de ellos y multiplican su presencia pĆŗblica. Los medios se convierten en caja de resonancia de sus mensajes.
- Exageran, dicen medias verdades o francas mentiras que se multiplican todos los dĆas. Construyen la realidad como ellos y los suyos la quieren ver. Los hechos y los datos se acomodan a su narrativa. Viven en una realidad alterna lejos de lo que ocurre en la vida cotidiana. En ella se sienten cĆ³modos y seguros.Ā Ā
- Hablan sĆ³lo a los suyos y dicen lo que Ć©stos quieren oĆr. Evitan cualquier tema que les pueda molestar. Los que no simpatizan con ellos no son reconocidos como interlocutores y no hacen ningĆŗn esfuerzo por acercarse a quienes no sean sus fieles seguidores de su liderazgo carismĆ”tico.
- Establecen que los suyos son los buenos ciudadanos, los patriotas, el pueblo verdadero y los que quieren el bien. Los otros son traidores de la causa del pueblo y por eso estƔn en el campo del mal. A estos se les califica, entre otras cosas, de comunistas o conservadores y esto depende si el gobernante se dice de derecha o izquierda.
- Polarizan a la sociedad. La dividen en dos en razĆ³n de las necesidades de su discurso: de un lado los buenos (pueblo) y del otro los malos (quienes no son pueblo). Los primeros son quienes de manera incondicional y religiosa estĆ”n conmigo y los otros todos aquellos que no me rinden pleitesĆa. No se reconoce la existencia de adversarios polĆticos o de quien piense diferente, Ć©stos en cualquier caso son enemigos.Ā Ā Ā Ā
- Tienen siempre un enemigo al que responsabilizan de todos los males del pasado y tambiĆ©n del presente. Estos gobernantes nunca asumen sus errores o malos resultados de su gestiĆ³n. Siempre hay un culpable de que las cosas vayan mal y son los enemigos. Ćstos cambian de acuerdo con las necesidades del discurso. Pueden ser los empresarios, los medios, los intelectuales, los periodistas, los cientĆficos, los artistasā¦Ā Ā Ā
- Utilizan un lenguaje religioso. Dios, su Dios, forma parte esencial de su discurso. En Occidente esos gobernantes desde sus propios intereses polĆticos, tambiĆ©n personales, seleccionan pasajes bĆblicos que se acomodan a lo que necesitan, para la ocasiĆ³n. Dios estĆ” con ellos y los suyos. Dios, por tanto, no puede estar con los otros. El Dios de Ć©stos es falso.Ā
- Insultan y descalifican a quienes consideran sus enemigos. Sin reparo alguno levantan falsos testimonios. A sus enemigos los acusan sin pruebas. Lo importante es que la acusaciĆ³n concuerde con el relato que quieren posicionar. Hay un uso polĆtico y discrecional de la ley y las instituciones que la hacen valer.
- Descalifican sistemĆ”ticamente a los medios de comunicaciĆ³n. No respetan la libertad de expresiĆ³n. A los medios que los critican y no los alaban los acusan de panfletarios, de conservadores o comunistas segĆŗn si el gobernante se define de izquierda o de derecha.
Los gobernantes populistas se parecen, sin importar su tendencia ideolĆ³gica. El modelo de hacer polĆtica y de comunicarse es similar, siguen un mismo esquema.Ā