Por Daniel Granatta
Twitter @danigranatta
La semana comenzó con la presencia simultánea en todas las computadoras de la agencia donde trabajo del nuevo vídeo de la banda Arcade Fire, una pieza realizada en HTML5 llamada The wilderness downtown. Arcade Fire no es un grupo del que yo me considere fan (en lo musical), pero sí les reconozco la valentía de apostar por la experimentación y el intento de llevar toda su comunicación a nuevos formatos, algo que comenzó cuando hace tres años lanzaron otro video interactivo (realizado en Flash) para su tema Neon Bible, el cual no era quizá tan tecnológicamente apabullante como el de esta semana, pero sí tan sutil y cariñoso en los detalles para todos aquellos que decidieran experimentarlo.
El caso es que, un par de días después, parece que el hype generado por la pieza no sólo alcanzó a todos los que aquí trabajamos, sino también a muchos otros amigos (nada relacionados con el mundo de la tecnología o la publicidad), a juzgar por la presencia constante de enlaces al proyecto en los feeds de noticias de Facebook o timelines de Twitter. Todos aquí y allá se mostraban sorprendidos y hasta, quizá, extasiados, por una pieza en la que puedes agregar la dirección postal de la calle en la que transcurrió tu infancia, para que, mediante la tecnología de Google Street View, el video sea una experiencia lo más personalizada posible, un ejemplo más de que en esta época los usuarios ya no buscan (quizá) que les cuenten historias sino ser proveídos con herramientas mediante las cuales ellos puedan contárselas; el contexto personal y de los amigos cobrando cada vez más importancia.
Es interesante observar este mundo y todo lo que en él hacemos reflejado en el mundo de la música y las discográficas. Desde cómo los formatos cambiaron, casi hasta desaparecer como tales (con servicios como Spotify) o Grooveshark a donde nos conectamos para escuchar la música, que ahora vive en un servidor y no físicamente) hasta el cambio generado en nosotros a la hora de acceder a las novedades de nuestros grupos favoritos. Si hace quince o veinte años uno sintonizaba MTV para ver/escuchar música, y MTV era un lugar de paso obligado para el éxito más o menos mainstream de muchas bandas, ahora resulta que con el cambio en los formatos para distribuir esos contenidos ya no sólo cambia el contenido sino que también es parte de él la forma en que se accede al mismo. Supongo que podría escuchar ese tema de Arcade Fire en mi iPod o en la radio, pero sin el vídeo y sin mi personalización, ya no es lo mismo.
No es Arcade Fire la única banda que realiza vídeos interactivos (en términos de que el usuario participe de ellos), porque ya antes Rektor había lanzado esta otra pieza deliciosa para promocionar su sencillo Princess, basada en la estética de juegos de Spectrum o Commodore 64, Krezip inventó Music Box, un excelente proyecto mediante el que se podían conseguir boletos para sus conciertos, y Radiohead y Nine Inch Nails desarrollaron novedosas y originales formas de hacer llegar a sus fans algo más que su música. Y los fans, por serlo, siguen a sus ídolos allá donde vayan y hacen lo que les pidan, lo que sea por estar más cerca.
Eso me lleva a otro punto, la indiferencia de los fans ante otra cosa que no sea esa cercanía y las herramientas que les permitan conseguirlas. Porque parece que está muy en solfa la aparición de HTML5 como formato que aniquilará de la faz de la tierra a Flash, todo a raíz de la salida del iPad y la subsecuente carta de Steve Jobs de por qué el plug-in de Flash no corre sobre los dispositivos Apple. Y yo, que quieren qué les diga, la verdad es que es una polémica que me resulta hasta cierto punto aburrida y que denota un cierto fanatismo por parte de los dos bandos implicados.
Estaba yo hace una semana en Lima en un evento llamado “Lo que se viene” (muy recomendado si hay futuras ediciones, por cierto) y donde uno de los ponentes era Martin Lindstrom, que muy en su papel inquirió a uno de los asistentes a una de sus charlas acerca de si le gustaba más la Coca Cola o la Pepsi. El interpelado, muy cabal, respondió algo similar a: “me gustan las dos por igual, pero yo prefiero Inca Kola”.
Y uno se pregunta, claro, ¿por qué me tiene que dejar de gustar algo para que me guste otra cosa? ¿De dónde salió esta concepción de suma-cero por todas partes? Algo así aplica para esta disyuntiva sobre Flash y HTML5, ¿por qué tiene que morir uno para que viva el otro? ¿Por qué, simplemente, no le damos cabida a ambos dos en los momentos en que corresponda dependiendo de lo que se requiera hacer? Porque al fan de cualquiera de los grupos musicales citados le importa un comino si la pieza está realizada en HTML5, Flash, Objective C o cualquiera de los múltiples lenguajes de programación existentes para cualquier dispositivo inventado o por inventar. Lo que el fan quiere es más material de su grupo, más y más por la vía que sea y cuanto antes, y todo lo demás son… herramientas, cuya única importancia se la dan los que crean el contenido. Pero a nadie más le importa, de veras.
Y si, aparte de usuarios o fans, fuéramos también desarrolladores de contenidos, por qué no tomar toda esta variedad de dispositivos y formatos como una enorme área de oportunidad en lugar de una enorme inconveniencia por el hecho de tener que desandar algo de lo caminado para caminar por otro rumbo. El R+D se volvió una necesidad vital, casi tanto como la creatividad o la estrategia, cuando uno trata de acercar un mensaje o producto a la gente. Y es que es una gran época ésta para trabajar en todo lo que tenga que ver con publicidad, sobre todo si uno afronta la vida dispuesto a dejarse sorprender.
No está mal el trato, dejarse sorprender para poder sorprender, como lo hace Arcade Fire.