Históricamente, la agenda política, social y económica siempre ha estado bajo el ojo público, otorgándole a la sociedad el poder de elegir mejores decisiones que le convengan de manera colectiva e individual. Por ejemplo, en la Antigua Grecia la gente se reunía en las ágoras para discutir, escuchar la opinión del otro y llegar a un consenso; sentando las bases de una democracia.
Actualmente no acudimos a plazas, sino a redes sociales como Facebook o Twitter que sirven como puente para participar en el debate público, influir en los demás y comprender el contexto político del país. No obstante, cada vez que veo los hilos de tuits y posts incendiarios, me doy cuenta de que son algo más parecido a un campo de batalla, en donde existen cientos de frentes atacándose simultáneamente y en el que todos aspiran a imponer su verdad absoluta.
Esto no significa que las redes sociales sean el problema, solo da muestra de que vivimos en una sociedad polarizada, la cual no está dispuesta a escuchar ni ceder, mucho menos a llegar a un diálogo.
Recientemente, en LLYC hicimos un estudio sobre los riesgos y las consecuencias que provoca la polarización en Iberoamérica y Estados Unidos. Empleando técnicas de Big Data e Inteligencia Artificial, analizamos más de 601 millones de mensajes en redes sociales en 12 países y documentamos cuáles fueron los temas que mayor polarización generaron, entre ellos aborto, libertad de expresión, derechos humanos, feminismo y racismo.
De acuerdo con The Hiddden Drug, como se titula nuestra investigación, este fenómeno que divide a las masas, se ha convertido en una de las grandes amenazas del siglo XXI y en los últimos cinco años ha crecido casi un 40 por ciento en Iberoamérica.
Encontramos que la polarización es adictiva y radicaliza el pensamiento de las personas creando rechazo por la opinión contraria. Al igual que cualquier droga, genera efectos físicos, sociales e individuales a corto y mediano plazo. Por ejemplo, se toman malas decisiones, no se llegan a acuerdos y hay un incremento en el discurso de odio.
Desafortunadamente, esto está atentando contra los espacios de debate público y la democracia, cobrando un alto costo social, que “puede ir desde que nos despidan hasta generar una guerra”, como señala Mariano Sigman, científico experto en neurociencia.
¿Cómo podemos aplicar los hallazgos de The Hidden Drug a una estrategia de relacionamiento con gobierno o stakeholders externos?
- Recurrir a este tipo de metodologías nos permite anticiparnos a oportunidades o riesgos para crear una buena estrategia con los poderes públicos, estar un paso adelante de los temas que marcarán la agenda y detectar los elementos polarizadores que debemos enfrentar para minimizar riesgos.
- Obtenemos una radiografía de la sociedad, lo que habla, sus necesidades e intereses y, así, identificar los territorios a los que podemos acceder de manera satisfactoria.
- Identificar actores relevantes dentro de la conversación y cómo éstos interactúan entre sí, formando comunidades articuladas.
- Incidir en la agenda, gestionar proyectos de colaboración y movilizar a una comunidad en torno de una causa de interés general.
Por: Ernesto González, director Senior de Deep Learning Región Norte y Estados Unidos en LLYC