De la misma manera que las marcas, los partidos políticos han llegado a entender que lograr un engagement efectivo es un reto que deben enfrentar día con día, ya que conseguir la preferencia de un electorado cada vez más crítico e informado no es una tarea fácil.
Una de las noticias que la semana pasada indignó a algunos sectores de la opinión pública fue el destape del stripper y cantante Sergio Mayer como candidato a una diputación federal por el partido Morena, al tiempo que también se anunció lo mismo con la periodista Lilly Téllez, quien peleará por un escaño en el Senado de la República, y la actriz María Rojo, que contendrá por la delegación Coyoacán.
Dicen que en la política, como en la guerra y en el amor, todo se vale; el ejemplo es la manera en que los partidos demuestran su creatividad para ganar votos en tiempos electorales, y echan mano de cuanta estrategia puedan implementar, desde brillantes movimientos con fundamento en teorías de las ciencias políticas, hasta sucias maniobras de buscan desacreditar a sus oponentes a toda costa.
Lo de postular a candidatos provenientes de ámbitos como el de los espectáculos, el deporte o cualquier otro que sea ampliamente popular, pudiera interpretarse en primera instancia como una desesperada forma de conseguir votos fáciles; sin embargo, una realidad es que este tipo de campañas a la que han recurrido casi todas las fuerzas políticas suele ser efectiva, pues cumple con el cometido de atraer la preferencia de sectores que poco se involucran con la agenda política del país.
Podríamos decir que los sectores que no se sienten representados con los políticos “tradicionales”, con quienes no se identifican y, por el contrario, repudian, prefieren a un rostro conocido que ha logrado ganar la simpatía de muchos por su trabajo en otros rubros.
Por poner un ejemplo, si Irma Serrano “la Tigresa” no hubiera sido candidata a diputada y posteriormente senadora, las personas que votaron por ella quizá no lo hubieran hecho si en la boleta hubiera aparecido el nombre de algún otro candidato desconocido.
Por decenas de puestos políticos han desfilado figuras como María Rojo (quien ya fue jefa delegacional de Coyoacán), Carmen Salinas, Silvia Pinal, Julio Alemán, Ana Guevara, Cuahutémoc Blanco, Iridia Salazar y Felipe “El Tibio” Muñoz, por mencionar algunos.
Si bien es cierto que la ley dicta que todos los mexicanos tenemos derecho a ser votados, y que por venir de sectores ajenos a la política no significa que sean incapaces de hacer un respetable trabajo legislativo, también es cierto que la elección de los partidos por sus contendientes deja mucho que desear, y en ocasiones parece una mala broma, como fue el caso de Carmen Salinas, que si bien no llegó al escaño por elección popular, finalmente ocupó un lugar designado a una persona que debía trabajar por México.
Nadie duda que el bailarín de chippendale tenga la capacidad de ganarse a la gente de la delegación Magdalena Contreras para obtener su voto, pues cuenta con el carisma, el “don de gente” y las indispensables relaciones públicas necesarias para triunfar en el show business y en un puesto de elección popular; sin embargo, es necesario que reflexionemos si la ciudadanía mexicana está dignamente representada al tener en el Congreso a personajes con nula experiencia en el ejercicio legislativo habiendo mentes brillantes, con menos reflectores y menos polémicas, que podrían llevar a cabo un mejor trabajo como representantes populares.
Si buscáramos comparar este escenario con las prácticas del marketing, podríamos decir que los candidatos artistas son productos mercadológicamente inflados y muy atractivos, pero que rara vez suelen dar los resultados esperados y mucho menos trascienden en el tiempo.