La fantasía y el caos, acompañantes casi permanentes del quehacer en los emprendimientos. 2050, “año en el que el lenguaje será perfecto”, esta predicción Orwelliana documentada en el texto 1984, un rastro que solo se puede lograr mediante el ejercicio de la escritura a través de su huella en la memoria.

El ambiente atemporal de algunas obras contienen en sí mismas la ansiedad por descubrir de quienes las redactan, y a manera de ficción nos van transmitiendo la idea un tanto camuflada de su presente. Este disfraz literario, lejos de ocultar y confundir, irrumpe y trasluce lo real y verdadero.

La novela de George Orwell, creada en un periodo inmerso en la última guerra mundial, nos va narrando el desencanto de Winston, el protagonista de la historia, desencanto que va sufriendo a medida que aumenta el nivel de convencimiento de la realidad que se plantea.

Esta desconexión se podría comparar con la que se vive por quienes emprenden. La tarea de trasladar la idea al espacio inmaterial en el que generalmente habitan los proyectos, un  ideal que solo se puede albergar en los ordenadores y las pizarras entintadas en los despachos de los responsables de planear y ejecutar.

Cuántas veces damos cuenta de la poca semejanza entre el plan y el producto terminado, este diálogo entre el entregable y lo pretendido existe de manera permanente en los tres tiempos de la acción. El inconsciente intento por ajustar la idea a la realidad, nos coloca en una especie de recorrido inverso, un lugar donde el resultado nos convence del propósito, sin serlo.

El último trayecto de Winston en la ficción, reconociendo el “exilio obsecado”, podría ser el símil del cansancio que se enfrenta en permanente por los liderazgos en las organizaciones, tal vez este conformismo sea tan solo el reconocimiento de lo verdadero y lo posible.

¿Quién negaría la atmósfera de atemporalidad en la novela 1984 de G. Orwell? El caos como hilo conductor de nuestras historias cumple a cabalidad con el propósito único que implica nuestra humanidad. ¿El año 2050 en la novela abisagrará un cambio hacia la perfección del lenguaje? Una cuestión cada vez más cerca de resolverse.

Lo cierto es que los 40 años de edad del protagonista ya fueron superados hace tiempo por muchos de nosotros desde la primera edición o primer lectura de la novela; del “gran hermano” y su mirada omnisciente queda mucho por decir.