Mientras iba a almorzar con mi familia recibí una llamada que por ser de quien provenía no era algo normal en ese día ni en ese horario, preferí salir del restaurante para tomarla y después de un saludo a medias lo primero que escuche fue algo que me parecía tan inverosímil que pregunté tres veces lo mismo para saber si había entendido correctamente. Imposible de sostener la noticia recién escuchada ya que dos días antes había estado con -El- antes de que se subiera al escenario en lo que fue su último concierto y horas antes de esa llamada hablado por teléfono para aclarar varios detalles de sus pendientes, los cuales terminó por dejarme en un sobre con una atenta nota como regularmente sucedía. Después de eso y a partir de las 16:00 y hasta antes de que acabara el día, recibí más de cien llamadas y un número similar de mensajes de texto; solo siete fueron las que debí tomar, no contesté ningún mensaje.
Exactamente hace un año comenzó el tour de aeropuertos y carreteras para la administración de los activos, muchos de ellos intangibles, activos de propiedad intelectual del más prolífero cantautor hispanoamericano que ha dado México y sin duda por así ser reconocido, de los principales del mundo.
De manera obscena y por demás vulgar, se le cuestionó o insinuó una y otra vez para que respondiera cuestiones que simplemente tenían que ver con su vida personal, con su imagen; morbosamente jamás tuvieron la capacidad para diferenciar entre el artista y la persona, como bien decía, “que se preocupen mucho por sus vidas y dejen vivir a los demás”, “una cosa es Alberto y otra Juan Gabriel”.
Nunca tuvo la necesidad de desmentir un solo comentario o aclarar un solo señalamiento. Lamentablemente al día de hoy, su memoria no merece lo que le han estado haciendo un cúmulo de oportunistas de toda clase y sin clase.
A partir del día siguiente y aún hasta ayer, muchos fueron y siguen siendo quienes tratan de aprovecharse de su imagen huyendo al reconocimiento de tal derecho y evadiendo a toda costa el pago por este. Fonograbadoras produciendo acoplados, editoriales publicando biografías, negocios ofertando artículos personales, instituciones educativas patrocinando falsos homenajes, personas cercanas de las que se decían amigos traicionando su confianza y sí, irónico, hasta un jefe de gobierno patrocinando tributos.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación sostiene que el derecho a la propia imagen “es personalísimo, y faculta a su titular a decidir en forma libre, sobre la manera en que elige mostrarse frente a los demás”, lo cual se convierte en una garantía esencial para la condición humana. El derecho a la imagen se tiene que entender como parte del derecho a la identidad, siendo una clara potestad del derecho que tiene todo individuo, o quien este designe para que lo represente en el ámbito de su propia autoridad.
Si bien es cierto que como derecho humano se encuentra la libertad de expresión, lo es también el respeto a la imagen, vida privada, honorabilidad e intimidad de las personas y a la autorizacion que para su explotación es requerida con miras a evitar generar un conflicto en contra de la dignidad, independientemente del daño que puede volverse irreversible al patrimonio moral y económico de estas.
Como ya lo había dicho, Pedro gritó tres veces que venía el lobo y no le creyeron,… hasta que llegó.
Feliz primer aniversario.
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