El deporte enfrenta retos de gran calado ante los cambios que la humanidad vive. Este es uno de ellos, que se debate entre la inclusión y el respeto, y la competencia justa. 

Nació en Austin, Texas, y se llamaba Will Thomas. Tiene 22 años y fue parte importante del equipo varonil de natación de la Universidad de Pensilvania, hasta que, hace poco tiempo, decidió cambiar de sexo, de nombre y por ende, de equipo y de rivales.

Hoy se llama Lia, es integrante del equipo femenino de la misma institución, y ha registrado varios récords frente a sus adversarias de la categoría femenil, que por obvias razones sostienen un desempeño distinto al suyo.

No busco cuestionar desde la óptica moral, tampoco opinar sobre las libertades y derechos de cada quien,  sino únicamente posicionar, que me parece que las mujeres de nacimiento se encuentran en desventaja contra aquellas, que naciendo hombres, han decidido cambiar de sexo.

Will se sometió a un tratamiento para la supresión de la testosterona, lo que supone lo coloca, ya como Lia, en igualdad de circunstancias frente a las mujeres de su categoría, sin embargo, Will, al contar con un cuerpo de hombre y crecer en él por cerca de 20 años, goza de una ventaja considerable; lo anterior ha sido demostrado por diversos estudios científicos.

El caso de Lia ha generado una resistencia importante por parte de distintos actores, polarizando aún más la discusión en torno al tema, sosteniendo algunos, que mediante estas consideraciones, se está poniendo en riesgo el deporte femenino. 

Los resultados de Lia están muy por encima de las competidoras de su categoría; en el pasado, participó de las fases finales de la NCAA como varón, sin lograr destacar en ellas. Su situación actual ha cambiado radicalmente posterior a su cambio de sexo, ubicándose como candidata a participar de copas mundiales y Juegos Olímpicos.  Siendo Will era el número 462 del ranking, bajo el nombre de Lia es la número 1.

El deporte, en sus diferentes disciplinas, ha intentado garantizar que los deportistas disputen la victoria en igualdad de circunstancias y posibilidades; edad, género y peso son algunas de las características que permiten competencia justa, misma que hoy se ha visto desequilibrada. 

Lia sostiene que merece el mismo respeto que cualquier otro atleta; sin lugar a dudas, por supuesto, todo el respeto y un trato siempre digno, como atleta y como ser humano. De igual manera, lo que merecerían sus contrincantes, son las ventajas que ella por sus genes tiene, mismas que, por el sexo genético bajo el que nacieron, difícilmente podrán obtener.