La crisis económica, social y de autoestima que vive el país como reflejo de la situación mundial es el contexto sobre el que México escribirá otra página de su historia.
Por Pamela Escamilla
Después de dejar atrás un año durante el que la crisis —en todos sus sentidos— tuvo un papel protagónico, los consumidores mexicanos y los anunciantes que quieren cautivarlos inician el 2010 con mayor certidumbre con respecto a la situación económica, pero en peores condiciones. Alejandro Mondragón, director general de TNS Research International México, señala: “Ya no existe esa búsqueda frenética por conseguir el precio más bajo, aunque el consumo aún es cauteloso. El nivel de crecimiento del PIB, el incremento del desempleo y el tema de la reforma fiscal son realidades que la gente tiene presentes. Ven un panorama inestable para sus bolsillos durante el próximo año”. Para Alberto Tiburcio, presidente y director general de Ernst & Young México, los principales problemas a los que se enfrentó el país durante 2009, año en el que la clase media perdió alrededor de siete millones de personas, fueron: la fuerte interdependencia de México con Estados Unidos —socio comercial más importante de la nación—, la caída del petróleo tanto en producción como en precio y conflictos políticos y sociales, así como la epidemia de influenza. Esto significa que nuestro país verá la luz al final del túnel, aunque esto no significa que llegue a ella, sólo hasta que la recuperación financiera de los vecinos del norte sea permanente, se estabilice la producción petrolera y sea vea cómo afectarán las reformas fiscales vigentes a partir de este año. Los aspectos que más preocupan a los mexicanos son la situación económica (87 por ciento) y la inseguridad (66 por ciento), de acuerdo con un estudio de De La Riva Group. Con respecto a la primera, Carlos Cotos, director general de Latin Panel México, indica que lo que más les importa con respecto a ésta son el desempleo (91 por ciento) y la caída del salario (56 por ciento), que afecta con peores condiciones laborales a los supuestos afortunados que conservan su trabajo, a lo que hay que prestar atención para evitar que afecte tanto a los asalariados como a las compañías.
