Por Juan Cárdenas
Lo que se dice, se vende, se promociona, se quiere creer, incluso en algunos casos realmente se cree, es que la Navidad es una época para dar y recibir afecto, para perdonar, para convivir, para compartir con familiares y amigos. Para abrir nuestro corazón y dar a quienes se han visto desfavorecidos. En fin ya saben, nomás prendan la tele y quedará claro.
La realidad es que aunque algunos dentro de su corazón así lo quieren y lo hacen (no es que lo dude, creo más bien que quienes lo hacen lo hacen todo el año) la mayor parte del mundo se abruma en una avalancha de consumo casi ridícula.
¿Qué hay de malo en esto? Yo considero que nada. Cada quien es libre de escoger cómo y con quien pasar su tiempo y gastar su dinero. Cada quien es perfectamente capaz de elegir los estándares sociales que dirigen su vida. Como en muchas situaciones, no se trata de malo o bueno, simplemente de entender la perspectiva: La Navidad representa una época comercial importantísima y se refleja en la básica regla de oferta y demanda de forma obvia. Hay más moneda circulando; hay mayor demanda, más consumo, más ofertas, y más créditos.
Esto puede ser bueno para todos porque todos vivimos bajo este esquema, diario, no sólo en diciembre. Quienes no se encuentran en posiciones favorecidas por este sistema, evidentemente lo sufren más cuando se acerva. Pero no hay nada nuevo bajo el sol como suele decirse. Las variables que pueden revertir el sistema en nuestra contra también son de mayor susceptibilidad. Y quien quiera arreglarlo no debería esperar a Navidad, podría hacerlo cada mes del año (así lo hacen quienes verdaderamente lo creen).
Sí, la Navidad también es un producto. Se vende el espíritu navideño, hay que sentirlo para estar acorde y participar. Se incrementan costos y se busca vender más. En este entretenido e interactivo website pueden ver el costo real y anual que tienen los doce regalos de la popular canción “The Twelve Days of Christmas”, una canción británica navideña del siglo XVIII. Un ejercicio que muestra como el costo cada año crece. ¿Por qué? Porque el costo de la vida crece, así lo queremos, eso buscamos como sociedad y la mayoría de sistemas económicos activos; al menos los más básicos y amplios.
Que la Navidad sea un producto no es culpa de quienes ofrecen productos y servicios, ni debemos recriminarles suban sus precios. Tampoco es culpa de los medios (quienes son otro producto al final, y deben también vender para subsistir). La culpa (si quieren buscar una) es de quien cae en un juego que no quiere o busca. De quien actúa de forma distinta a lo que sus valores le indican y sucumbe ante la presión social.
El año entero está lleno de eso, y no se debe juzgar si se es parte. Quienes no juegan celebran a sus madres también el 3 de Enero, sorprenden a sus parejas el 10 de Agosto, se involucran en causas y participan en todo un verano, o todo el año. La Navidad como producto no es algo malo ni contrario al verdadero sentido, cualquier valor peyorativo lo asignamos nosotros.
