En medio del desconcierto de un suceso tan sumamente absurdo y doloroso como que un tipo decida desde un cuarto de un hotel disparar como loco a una multitud que gozaba de un concierto, no puede uno creer que otros tantos tuvieran la sangra fría de echar a andar la sucia fábrica de noticias falsas, esa epidemia de la ´digitalidad ´cuyo daño es incalculable.
Por ejemplo, antes de que la policía siquiera nombrara a Paddock, el verdadero asesino, hubo blogueros y usuarios de la red que ya culpaban a un tal Geary Danley de ser el culpable de la tragedia. Otra información que se regó como agua fue la que tenía que ver con vínculos del asesino con el Isis, incluso aseverando que Paddock hacía poco se había echo parte de la organización radical islámica.
Otros tantos creativos, por qué no, decidió inventar que una cómplice del asesino estaba entre el público del concierto y que gritaba: “mueran todos”, luego dijeron que era la novia del asesino, que por cierto ni siquiera estaba en el país en ese momento. Y, por si fuera poco, esas noticias falsas atentan contra la información urgente y verás de una tragedia así: mucho empezaron a difundir en Internet fotos de supuestas víctimas famosas como una estrella porno, un jugador de futbol alemán y un delincuente mexicano.
Lo cierto es que fue tal la avalancha de ´fake news ´que Facebook, Google y Twitter aceptaron su incapacidad para frenar este tipo de fenómenos. Ya venían trabajando en la epidemia de la información inventada y rumores desinformativos, pero esta vez si se les ´salió de madre´, como bien dice el dicho. Es que en Google, por ejemplo, los rumores y los datos falsos terminaron en la cúspide de las búsquedas.
En general aparecen tráficos de noticias desde tontas hasta aterradoras como: que subió la gasolina, que murió fulano, que se acaba en planeta en dos días. Parecen cosas inofensivas que solamente confunden, pero no, en la medida en que se repostean y viralizan, crean un daño incalculable en términos de construcción de la opinión pública. Eso es lo grave.
Está claro que la industria de noticias falsas es una fuente importante de venta de anuncios de publicidad, y por ahí se sostiene el negocio, en la llamado ´clickbait´ o búsqueda de clics para generar tráfico y que amerite la pauta digital. Pero es evidente que también es un instrumento de marketing político antiético para mover las masas de opinión, fácilmente movibles, y crear posturas a las que luego la gente se aferra.
El negocio millonario de las noticias falsas se aprovecha de algo que nunca ha cambiado con el correr de los tiempos y que no es nuevo en medio de esta avalancha tecnológica de la ´súper conexión’. ¿Qué? Nuestra estupidez.