“No porque estoy perdiendo, significa que estoy perdido”. Con esta frase empieza la canción LOST de la banda Coldplay.
Regresando a mi primer trabajo, cuando tuve la oportunidad de aprender muchísimo de manera práctica, al coordinar una revista para un imponente corporativo de la industria del retail, eran tiempos en los que no hubiéramos imaginado otra forma de escribir ni leer. Los impresos eran, sin titubear, la mejor opción. Mi responsabilidad era calendarizar, vincular y dar seguimiento a todas las áreas y personas internas y externas, especialmente a una prestigiada casa editorial, que hacía posible la creación de la revista print, por lo que es un tema al que le pongo especial atención.
Si bien, soy una total apasionada de la innovación y la tecnología, no dejo de rescatar el valor que tienen ciertas obras y herramientas de comunicación que se forman gracias al arduo trabajo que incluye planeación, procesos creativos y altos controles de calidad, ligadas a la formalidad administrativa y al apego de la ley de propiedad intelectual. No atribuyo este sentimiento a la nostalgia, porque con los años, uno aprende a guardar las lágrimas para cosas aún más importantes que los negocios, más bien, me parece un asunto de equilibrio y de comercio justo.
Si bien, en la actualidad existen múltiples plataformas digitales, y tengo la oportunidad de plasmar y compartir con ustedes mensajes y opiniones por esta vía tan eficiente, adicional a que cuento con un emprendimiento en el sector de la comunicación y entretenimiento lúdico, completamente híbrido, que une al mundo físico con el virtual; me encuentro con blogueros, youtubers, tictokeros, instagrameros, etc.; maravillosos y creativos, que ponen atención, recursos y responsabilidad en la calidad y presentación de sus contenidos, sin embargo, muchos otros se saltan pasos significativos de un proceso que resulte realmente digno para las audiencias. Durante décadas, han existido múltiples quejas sobre los contenidos que producen los medios masivos de comunicación y ahora que los foros se extienden y se democratizan, dando espacios a creadores y publishers independientes de diversos tamaños que tenemos el interés y el carácter de aventurarnos en este enorme ecosistema digital, el tema de la ética es y seguirá siendo completamente subjetivo y controversial; lo que prueba una vez más que el problema no radica en la tecnología, ni en los medios per se.
No obstante, a pesar de todas las predicciones pesimistas y datos que demuestran una crisis real, aún nadie podemos declarar que las revistas impresas estén destinadas a una muerte súbita. Estudios realizados por PrintingNews muestran que siguen siendo de interés y de valor para muchos; más del 90% de norteamericanos leen revistas impresas y los anuncios en estas publicaciones motivan al 35% de los lectores a tomar una decisión de compra.
Obviamente, tanto periódicos, libros y revistas, están aprovechando el poder de sus ahora importantes, plataformas digitales; no solamente para alcanzar mayores audiencias, sino para entender mejor a cada una de ellas.
Finalmente, ante la radical pregunta de vida o muerte para los impresos considero que, más bien, es momento de cuestionarnos: ¿qué frecuencia y qué rol juegan las versiones impresas, coexistiendo con las experiencias digitales?