Por Alvaro Rattinger
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Una vez más decido involucrar mi columna en temas polémicos, a nadie nos gusta pagar por algo que podemos recibir gratuitamente; sin embargo, lo barato puede salir muy caro. Internet se ha convertido en el principal precursor de servicios gratuitos, en otros tiempos se le llamaba sampling a la tarea de reglar pequeñas muestras de producto, ahora va con el nombre “freemium” o “trials”. La diferencia era que se entregaba el producto para su evaluación, hoy desde un simple registro implica la entrega de información. Las redes sociales son el mejor ejemplo de servicios que se reciben sin un intercambio monetario, sin embargo, son también los más caros.
Nada es gratis en la vida y aunque parece que hay un beneficio personal de un servicio, a la larga nos sale más caro. Intentaré exponer mis razones, al final serán ustedes lectores los que dicten la sentencia.
Los servicios que se entregan de manera gratuita deben generar por fuerza ingresos de alguna manera, lo interesante es que los consumidores rara vez lo vemos. Lo más común es utilizar una app o sitios web gratis a cambio de recibir incesantes banners. El modelo publicitario en sitios de contenido está consagrado en la mente de consumidor, el uso de publicidad para allegarse de fondos es uno de los caminos más lógicos. Al recibir servicio de una red social sin costo alguno el usuario está cediendo ante la publicidad; sin embargo, no se detiene allí.
Todo cuesta, aunque sea un poco
Las redes sociales, Twitter, Facebook, Instagram o Youtube, por mencionar algunas, reciben fondos a partir de la venta de publicidad, inversionistas o por sus acciones en bolsa. También recolectan dinero a partir de subproductos de nuestro comportamiento, es decir, patrones de navegación, minería de datos o contenido. En más de una conferencia he preguntado a los asistentes ¿quién utiliza Facebook? la mayoría levantan la mano, mi siguiente pregunta es ¿quién pagaría por este servicio? casi todos bajan la mano. Llama la atención la respuesta ya que todos días pagamos con nuestra información por este servicio. Un fenómeno similar se da con Whatsapp, este servicio se convirtió en el mejor ejemplo de lo que un consumidor considera gratuito. Facebook pagó aproximadamente 16 mil millones de dólares por el servicio de mensajería, esta suma sólo fue posible por el gran número de usuarios, si lo pensamos detenidamente se liquidó una suma millonaria por la libreta de teléfonos móviles más grande del mundo. Que ganó el consumidor final: nada. Basta revisar las políticas de servicio de Facebook para entender mejor el problema: “Para el contenido protegido por derechos de propiedad intelectual, como fotografías y vídeos (en adelante, “contenido de PI”), nos concedes específicamente el siguiente permiso, de acuerdo con la configuración de la privacidad y las aplicaciones: nos concedes una licencia no exclusiva, transferible, con derechos de sub licencia, libre de derechos de autor, aplicable de manera global, para utilizar cualquier contenido de PI que publiques en Facebook o en conexión con Facebook (en adelante, “licencia de PI”).” Google Plus, Twitter y Youtube contienen cláusulas similares.
No me parece que Facebook o cualquier otra red social haga algo incorrecto, es de esperar que para tener ese nivel de atención (¿cuándo fue la última vez que Facebook falló en su servicio?) se pague algo muy valioso, en este caso nuestro contenido y privacidad. Una de las máximas de la educación de una madre es instruir a sus hijos a no hablar con extraños, también sentencian sobre dar información personal a desconocidos. ¿no hacemos lo mismo al utilizar servicios gratuitos sin leer las letras chiquitas? Casi todo servicio en internet requiere algún nivel de sesión de privacidad, el problema es establecer límites para tal efecto.
La vanguardia del consumo
Pagar por un servicio, en moneda, es un ejercicio olvidado pero que da un poder especial al consumidor. Si un refresco de Coca Cola no tiene gas simplemente la regresamos a la tienda, si no hubiéramos pagado por ella la salida más eficiente es tirarla a la calle. Lo mismo sucede con procesadores de texto y creadores de presentaciones, es fabuloso que Keynote, Pages y Numbers de Apple sean gratuitos; sin embargo, hay poco incentivo para que Apple innove, su mercado es resultado de no cobrar. Es cierto, muchos nos beneficiamos, pero vale la pena preguntar que cedemos a cambio.
En los próximos años los usuarios de internet nos enfrentaremos a un escenario nuevo, no será la deflación en el costo de servicios y bienes de propiedad intelectual (música por 10 pesos), ahora tendremos servicios que devuelvan la privacidad a cambio de pagos mensuales. Una nueva generación de consumidores preferirá pagar con tal de permanecer (más o menos) anónimo. La pregunta obligada es, ¿qué tipo de consumidor serás tú?