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Alberto Fernández asumió el 10 de diciembre y ya hay novedades respecto de su plan económico
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Busca renegociar la deuda y ponerla “en pausa” por 2 años (¿aceptarán los acreedores?)
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Algunos adelantos: doble indemnización por despido sin causa, suba de retenciones al agro y dólar más caro para los que compren en el exterior
El gobierno de Alberto Fernández, que ganó las elecciones en Argentina con el 48% de los votos en octubre y que asumió el 10 de diciembre, poco a poco va revelando las medidas económicas que planea para sacar al país de la crisis.
La debacle económica y social en la que está el país que gobernó Mauricio Macri es consecuencia de malas políticas de la segunda presidencia de Cristina Fernández (2001-2015), que luego empeoraron de manera radical en los cuatro años en que gobernó la alianza que lidera el empresario deportivo.
Una deuda externa impagable en el corto plazo (que ya representa el 97% del PIB), la inflación cercana al 55% anual, el peso devaluado varias veces en dos años, la pobreza arriba del 40% y el desempleo en alza son algunos de los números de la crisis.
El miércoles 11, el nuevo ministro de Economía, Martín Guzmán, confirmó que ya hubo negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para avanzar en un proceso de renegociación de la deuda.
Sin dar detalles, se entiende que la clave será “poner en pausa” el pago del capital y de los intereses que vencen en el corto plazo para permitir que la Argentina se recupere y tenga fondos para pagar sin pedir más deuda.
Más crédito es casi imposible a tasas razonables porque el riesgo país que dejó Macri “vuela” arriba de los 2.000 puntos. Esto hace inviable la toma de préstamos internacionales.
En este marco, el Ejecutivo enviará al Congreso Nacional de Argentina un proyecto “de solidaridad y reactivación productiva” que busca crear las condiciones para que el país vuelva a crecer.
“Queremos que puedan cobrar”, dijo Guzmán respecto de los acreedores. También afirmó que el país está en un “virtual default” y cuestionó a la gestión anterior por el problema que representan los intereses de la deuda.
“Para poder pagar hay que tener capacidad de pago, y para eso la economía se tiene que recuperar”, dijo Guzmán.
Entre viernes y sábado, además, se conocieron otras medidas (algunas aún no confirmadas oficialmente).
Por ejemplo, para generar más ingresos al fisco, se decidió cerrar el registro para declarar las exportaciones de granos y aumentar las retenciones al agro.
La soya, principal fuente de ingresos de dólares, ya tenía un 18% de tarifas y pagaba 4 pesos por dólar. Ahora subiría al 27%. El trigo, maíz y otros productos tendrán un 9%.
Además, con el objetivo de frenar la caída del empleo, Fernández firmó un Decreto de Necesidad y Urgencia que establece la doble indemnización por 180 días para los despidos sin justa causa.
El decreto declaró la emergencia pública en materia ocupacional por seis meses.
Por otra parte, el Gobierno tiene decidido avanzar en la aplicación de un tipo de cambio “turístico” más caro que el oficial que deberá ser pagado por quienes viajen o realicen consumos fuera del país. La idea es que se aplique un recargo de al menos el 20%.
Hay que recordar que desde septiembre rigen restricciones a la compra de dólares de hasta 200 por mes por persona.
Si bien algunas de estas medidas son claramente restrictivas, buscan frenar la salida de dólares, algo que en la Argentina es un verdadero problema.
La experiencia de múltiples devaluaciones en los últimos 40 años ha generado en los habitantes una costumbre difícil de desarraigar: sólo es viable ahorrar en dólares.
Es por eso que, aunque en otros países del mundo -incluso en la región- el dólar se puede dejar “flotar” libremente por oferta y demanda y no hay mayores incovenientes, en la Argentina es ciertamente imposible.
Lo demostró la presidencia de Macri: durante dos años, el plan funcionó, pero ante cualquier problema (una fuerte sequía limitó los ingresos por exportaciones de granos y además comenzó la crisis comercial internacional) las variables económicas se hacen ingobernables.
La gente corre en busca de dólares y las empresas fugan sus divisas, en una espiral que “seca” al país, que además tiene un gasto fiscal elevado, y dispara la inflación aún en recesión.
Al menos en el corto y mediano plazo, el país -evidentemente- no soporta la absoluta libertad de los mercados cambiarios sin padecer, luego, consecuencias como las que evidencian todas las estadísticas.