El Buen Fin o la versión local del “Black Friday” se ideó para ayudar a las familias mexicanas a obtener bienes a precios más accesibles, y de paso crecer el consumo interno. Sin embargo, lo único que ha logrado es adelantar el consumo navideño un mes y endeudar a las familias mexicanas.
Uno de los principales problemas que enfrenta este período promocional es que todos los comercios detallistas se sienten forzados a participar aunque no quieran, y el problema es que muchos de éstos no saben cómo, con lo cual algunas promociones se hacen absurdas o de poco impacto.
Este año detecté una mayoría de acciones basadas en otorgar mensualidades sin intereses, pero sin repercutir en un verdadero descuento y solo en algunos casos el financiamiento fue real, es decir, que el establecimiento absorbió el costo de financiamiento con los emisores de tarjetas de crédito en lugar del consumidor, como se acostumbra.
Solo los grandes jugadores del retail se atrevieron de alguna forma a otorgar descuentos, pero varios de éstos bajo el uso de viejas trampas o mentiras basadas en nuestra poca memoria de los precios. Tal es así como este caso que una amiga (a quien agradezco el permiso de publicar su post) detectó y puso en evidencia lo que siempre he argumentado acerca de los períodos promocionales en las tiendas departamentales: Lo fácil que les resulta subir los precios momentos antes del Buen Fín y luego otorgar un descuento o meses sin intereses sobre el nuevo precio.
La imagen de abajo demuestra uno de tantos ejemplos que existen, donde esta práctica se vuelve común, ya que apela a nuestro desconocimiento hacia los precios de ciertos productos, que nunca buscamos previo al “Buen Fín”. Sin embargo, en esta ocasión mi amiga descubrió el engaño.
En esta ocasión se puso en evidencia a Office Max por esta práctica, en la que subió precios para después otorgar una promoción.
Lo anterior ocurre cuando un consumidor descubre el engaño de muchos detallistas que apelan a nuestra poca memoria alrededor de los precios, sobre todo en productos que no son de primera necesidad. Recordar precios de alimentos es más probable que el precio de una silla para oficina.
Otro engaño muy común que empiezo a ver con frecuencia en estos eventos mediáticos existe alrededor de los viajes, donde las aerolíneas o portales de viajes presentan precios atractivos de boletos de avión sin incluir impuestos, y de ahí recuperan los costos en los impuestos mismos. Recién yo adquirí un boleto de avión en el que los impuestos y cargos extras superaban el precio del boleto, ¿Cómo es posible?
De todo esto yo extraigo dos conclusiones importantes:
El Buen Fin debe representar una verdadera oportunidad para que el consumidor se haga de bienes a precios más accesibles, no que se endeude más, y menos a plazos ridículos de 24 meses, que lo único que provocan es que compren menos en los eventos posteriores.
El engaño al consumidor es contra producente, por lo que no todos los comercios deberían sentirse obligados a participar. Qué participen solo aquellos que legítimamente encuentren una mecánica atractiva para elevar sus ventas, con un valor agregado para el consumidor.
El consumidor no es tonto, tarde o temprano sufrirá un desencanto de esta falsa fiesta de precios bajos.